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Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
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Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Recuerdo del primer mensaje :
Bueno... pues ya que está el subforillo sin inaugurar, que da penica el pobre voy a inaugurarlo... Y puesto que dice Hara que sobre todo caben fics y fanart, pos voy a publicar EL fic que tantos desvelos (y también, por qué no, tantas alegrías) me ha dado.
Aka se presenta la "utora" del afamado, aclamado, defenestrado, pirateado, publicado y nunca bien ponderado "Final alternativo de Harry Potter" (o sea, yo )
LA CRÍTICA HA DICHO... (Y no bajo coacción, que conste):
"Estoy superenganchadisisisisisisisisima!!!!"
"Escribes mejor que la Rowling (Vamos a asesinarla) Tu lo vales, tia wena"
"En vez de estudiar pal examen estuve leyendo tu fic descosiamente!!!!"
"Esta historia esta genial, me esta dejando en el chasis: ya no como, ni estudio, ni duermo, y dejo media hora plantado a mi novio para leer maaaaaas. jejejeje. Pos eso q esta mu bien, es la obra de arte q todo el mundo debería tener en el salón de su casa al lado de la biblia satanica y del quijote."
"Dios estoy super-hiper-megacosmica enganchadisimaaaaaaa!!! Jeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!! Necesito mi ración diariaaaaa!!! Jaaaaaaa, dame unos capítulos pa ponermeeeeee!!! Ya llevo 230 paginas o así, creo q estoy al borde de la enfermedad y la locuraaaaa!!!"
"Me parece que Rowling no te va a poder superar, pobrecilla, de cabeza a la depresión."
"Es espectacular!!!! Me ha encantao! En general esta muy pero q muy bien, muchas aventuras, has tocado todos los temas y has cerrado todo lo que estaba en el aire. En cierto modo pienso q habiendo leído tu historia quizás no me guste la verdadera."
"Felicidades. nini, cuando sari dice que el final que escriba rowling no nos va a gustar tanto... tiene razón. Tenias que haber sido tu la hacedora de esta historia... y convertirte en la mujer mas rica de Europa, mas que la reina de Inglaterra."
"Me mordía los muñones"
"¿Para cuando tu libro?"
Bueno... pues ya que está el subforillo sin inaugurar, que da penica el pobre voy a inaugurarlo... Y puesto que dice Hara que sobre todo caben fics y fanart, pos voy a publicar EL fic que tantos desvelos (y también, por qué no, tantas alegrías) me ha dado.
Aka se presenta la "utora" del afamado, aclamado, defenestrado, pirateado, publicado y nunca bien ponderado "Final alternativo de Harry Potter" (o sea, yo )
Harry Potter
Y LA SOMBRA DE LA SERPIENTE
Y LA SOMBRA DE LA SERPIENTE
LA CRÍTICA HA DICHO... (Y no bajo coacción, que conste):
"Estoy superenganchadisisisisisisisisima!!!!"
"Escribes mejor que la Rowling (Vamos a asesinarla) Tu lo vales, tia wena"
"En vez de estudiar pal examen estuve leyendo tu fic descosiamente!!!!"
"Esta historia esta genial, me esta dejando en el chasis: ya no como, ni estudio, ni duermo, y dejo media hora plantado a mi novio para leer maaaaaas. jejejeje. Pos eso q esta mu bien, es la obra de arte q todo el mundo debería tener en el salón de su casa al lado de la biblia satanica y del quijote."
"Dios estoy super-hiper-megacosmica enganchadisimaaaaaaa!!! Jeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!! Necesito mi ración diariaaaaa!!! Jaaaaaaa, dame unos capítulos pa ponermeeeeee!!! Ya llevo 230 paginas o así, creo q estoy al borde de la enfermedad y la locuraaaaa!!!"
"Me parece que Rowling no te va a poder superar, pobrecilla, de cabeza a la depresión."
"Es espectacular!!!! Me ha encantao! En general esta muy pero q muy bien, muchas aventuras, has tocado todos los temas y has cerrado todo lo que estaba en el aire. En cierto modo pienso q habiendo leído tu historia quizás no me guste la verdadera."
"Felicidades. nini, cuando sari dice que el final que escriba rowling no nos va a gustar tanto... tiene razón. Tenias que haber sido tu la hacedora de esta historia... y convertirte en la mujer mas rica de Europa, mas que la reina de Inglaterra."
"Me mordía los muñones"
"¿Para cuando tu libro?"
Última edición por Ninotchka el 6th Junio 2009, 01:33, editado 1 vez
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
Fecha de inscripción : 03/06/2009
Localización : A saber, oiga
Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
— Profesora — dijo al fin —, ¿me está diciendo que si yo desaparezco de Hogwarts con Ron y Hermione usted no va a hacer ninguna pregunta acerca de...?
— Sólo te pido — le interrumpió McGonagall — que cuando vayas a salir me lo comuniques antes. No para seguiros ni para intentar descubrir lo que hacéis — se apresuró a añadir —, sino para saberlo, Harry, y estar prevenida por si... por si ocurre algo. Aunque los tres seáis mayores de edad, mientras estéis en Hogwarts sois responsabilidad mía —. Suspiró —. Dios sabe lo que diría Molly si supiera que voy a dejar que uno de sus hijos salga a escondidas del colegio para enfrentarse a vaya usted a saber qué... Aunque supongo que el señor Weasley lo haría igualmente, con o sin mi permiso.
Harry sonrió.
— Sí, supongo que sí — admitió.
— De todas formas, Harry — continuó la profesora McGonagall —, quiero que me prometas que procurarás que ni el señor Weasley ni la señorita Granger corran demasiado peligro. Y, ya puestos — añadió —, intenta no exponerte tú tampoco. Ah, y si... si por una casualidad algo sale mal — lo miró fijamente y con firmeza a los ojos —, espero que tengas el suficiente seso como para pedirnos ayuda. De cualquier modo, daré instrucciones a la señora Pomfrey para que no os haga demasiadas preguntas si... bueno, si alguno de vosotros vuelve herido al colegio, ya me entiendes.
Harry la observó, boquiabierto. Jamás habría imaginado que la profesora McGonagall, una de las personas más estrictas que había conocido jamás, estuviera dispuesta a darle permiso e incluso ayudarle a quebrantar las normas del colegio. Y precisamente ahora que se había convertido en la directora...
— Profesora — dijo —, la verdad es que no entiendo...
— No entiendes por qué hago todo esto sólo para que vuelvas a Hogwarts. ¿no es eso? — preguntó McGonagall. Harry asintió —. Bien, verás: pese a que no estoy de acuerdo, tengo que respetar tu decisión de no contarme lo que Dumbledore y tú os traíais entre manos la noche que él murió. También tengo que conformarme con lo que me has contado, eso de que tú eres quien tiene que continuar ahora con esa tarea —. La profesora McGonagall hizo una mueca, como si acabase de tragar una cucharada de un jarabe muy amargo —. Sin embargo, soy lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que se trata de algo muy importante y muy peligroso. De modo que, como no quieres decirme en qué consiste para que pueda ayudarte — lo dijo con un tono de recriminación que hizo que Harry desease por un momento meterse debajo de la mesa —, tendré que ayudarte sin saber a qué te estoy ayudando. Y para eso es imprescindible que vengas a Hogwarts. Además — continuó, haciendo caso omiso del sonido de protesta de Harry —, para realizar esa tarea tienes que estar vivo, digas lo que digas.
— Profesora... — comenzó Harry, pero ella lo acalló con un gesto terminante.
— Harry — dijo frunciendo el ceño —, ya me has dicho que no quieres que nadie te mantenga a salvo ni nada por el estilo. Sin embargo, todos sabemos, tú mejor que nadie, que ahí fuera — hizo un gesto en dirección a la escalera — hay bastante gente que está esperando encontrate solo y desprotegido para acabar contigo. No sólo Quien—Tú—Sabes: también Snape, Bellatrix Lestrange y todos los mortífagos, que son bastantes y bastante poderosos. No te estoy pidiendo que no hagas lo que dices que tienes que hacer: te estoy pidiendo que, en lugar de vivir sabe Dios dónde — hizo un gesto evasivo —, porque los dos sabemos que no vas a vivir en Privet Drive, y no te culpo, y que tampoco vas a quedarte aquí aunque sea tu casa... En lugar de vivir en cualquier lugar, te pido que te vengas a vivir a Hogwarts.
Harry no respondió. La idea le atraía, pero ya había tomado la decisión de no volver, de no esconderse, de no descansar hasta haber destruido por completo a Voldemort.... Claro que, si vivía en cualquier otra parte, se expondría a sí mismo, y también expondría a Ron y a Hermione... Y si a ellos les hacían daño por su culpa, por no haber querido volver a Hogwarts, entonces no podría perdonárselo nunca.
— Allí — insistió McGonagall —, aparte de completar tu educación mágica, algo que no te va a venir mal sea cual sea tu misión, estarás protegido mientras no estés haciendo esa... tarea. Por lo menos, podrás dormir tranquilo — añadió.
Harry permaneció en silencio durante lo que le parecieron horas. Por un lado, ir a Hogwarts implicaba perder una libertad y tener que seguir unas normas que podrían dificultarle la búsqueda de los horcruxes. Por otro, si McGonagall le aseguraba que podría salir de allí para buscarlos cuando considerase necesario... Si le ofrecía su ayuda sin hacer preguntas, algo que llegado el caso podía resultarle muy útil... Y si además le ofrecía protección para el día a día, y, lo que era más importante, protección para Ron y Hermione...
Y, aún así, volver a Hogwarts sin Dumbledore...
— Sin embargo, sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel — musitó, ausente, y sonrió.
— ¿Cómo? — preguntó la profesora McGonagall, sorprendida.
Harry hizo un gesto evasivo con la cabeza, sin dejar de sonreír. De repente, había comprendido una cosa: por dramática y triste que fuera su muerte, la vida de Dumbledore no merecía tantas lágrimas. Venganza, quizás sí: pero, siendo Dumbledore como había sido, ¿no sería más digno recordarlo como quién fue, e intentar seguir adelante con lo que Dumbledore había iniciado en vida?
Dumbledore había dedicado su vida a luchar contra las Artes Oscuras... Lo había demostrado no sólo en su enfrentamiento con Voldemort, que había durado casi sesenta años, sino también antes, cuando derrotó al mago tenebroso Grindelwald... Harry recordaba haberlo leído en los cromos de las ranas de chocolate. Volvió a sonreír.
Si Dumbledore estuviera vivo, no habría dudado en volver a Hogwarts ese último año. Y ahora, McGonagall le ofrecía toda la libertad que necesitaba para continuar la tarea de acabar con Voldemort, e incluso su ayuda, sin necesidad de desvelar el secreto que Dumbledore había querido que guardase.
Bueno... Quizás debería reconsiderar su decisión, aunque sólo fuese porque Ron y Hermione estuvieran a salvo (y a Hermione no le diera un ataque por perderse los ÉXTASIS), y si más adelante decidía que era mejor marcharse... bueno, siempre estaba a tiempo de hacerlo.
De modo que miró a la profesora McGonagall directamente a los ojos, y asintió.
— Comprendes — dijo la profesora McGonagall con severidad —, que lo que estoy haciendo es darte a ti la misma confianza que tenía en Dumbledore, ¿verdad?
— Sí, profesora — dijo Harry en voz baja.
— Bien — contestó ésta —. Espero no tener que arrepentirme, Potter.
Harry no contestó. La profesora McGonagall se levantó de la silla e hizo un gesto de saludo tan seco como era habitual en ella.
— Por cierto, Harry... — dijo, antes de marcharse —. Si tenías previsto reunirte aquí con la señorita Granger antes de la boda de Bill y Fleur, será mejor que le digas directamente dónde estás... o no será capaz de encontrarte.
Y se desapareció.
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Localización : A saber, oiga
Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
Aquella noche Harry cayó dormido encima de su cama sin siquiera quitarse la ropa, y no despertó hasta bien entrada la mañana siguiente, cuando un chillido ensordecedor, agudo, capaz de romper los tímpanos de todo aquel que se encontrase en un radio de doscientos metros a la redonda, le hizo sentarse en la cama, desorientado, sin saber muy bien dónde se encontraba y cómo había llegado allí.
— ¡REPUGNANTE SANGRE SUCIA, CÓMO TE ATREVES A VOLVER AQUÍ, A MANCHAR MI PROPIA CASA! ¡MALDITA BASURA, FUERA DE LA CASA DE MIS ANCESTROS!
— ¡CÁLLATE, MALDITA BRUJA! ¡QUE TE TENGO YA ABORRECÍAAAA!
Harry abrió mucho los ojos.
— ¡Hermione! — exclamó, y se levantó de la cama de un salto, corrió hacia la puerta, la abrió de un tirón y salió al pasillo. Cuando llegó al rellano de la tétrica escalera, se asomó para ver el recibidor en penumbra.
Una figura alta, de la que el rasgo más destacado era una densa mata de pelo castaño, luchaba por cerrar unas pesadas y ajadas cortinas de terciopelo, de donde provenían los desgarradores gritos. Finalmente logró volver a poner la cortina en su sitio, cubriendo el retrato de la madre de Sirius y devolviendo el silencio a la casa. Harry observó cómo se apartaba el pelo de la cara, haciendo un gesto de fastidio, y se enderezaba la camiseta que el forcejeo con la cortina le había torcido hasta límites prácticamente indecentes. Después, levantó la mirada hacia donde él permanecía, sonriente, apoyado sobre la barandilla.
— Hola, Harry.
— Hola, Hermione — dijo él, y bajó la escalera hasta el vestíbulo para darle un abrazo. Hedwig, su propia lechuza, salió volando del hombro de Hermione con un chillido ultrajado y subió apresuradamente a la habitación de Harry en un planeo ofendido. Harry la observó volar y después de volvió hacia Hermione —. Veo que Hedwig te ha encontrado sin ningún problema...
— Sí — contestó Hermione, arrastrando su baúl por el vestíbulo lo más silenciosamente que podía para no volver a despertar a la señora Black —. Me ha despertado a las cinco de la mañana soltando chillidos desde la cocina. Supongo que querría que le diese algo de desayunar, pero a mi madre casi le da un ataque —. Volvió a apartarse el pelo de los ojos con un gesto de impaciencia —. Cuando he leído la carta me he imaginado que habrías... Bueno, en realidad no podía creerlo — dijo en tono de disculpa —, de modo que he venido lo más rápido que he podido...
Harry la miró, alarmado.
— ¿No habrás dejado la carta...?
— La he quemado, por supuesto — respondió Hermione en tono de reproche mientras subían la escalera —. No sabía si era lo que creía que era, pero no me parecía seguro dejarla por ahí circulando, ni siquiera en casa de mis padres. Bueno — se volvió hacia Harry al llegar a la puerta del que había sido su dormitorio y el de Ginny cuando habían estado en aquella casa y dejó el baúl apoyado en el quicio de la puerta —, entonces, ¿lo has hecho?
— ¿El qué? — preguntó Harry, desconcertado.
— El Encantamiento Fidelio, por supuesto — dijo Hermione, mirándolo con ansiedad.
— Oh... Sí — se limitó a decir Harry.
Hermione soltó un chillido ahogado y lo obligó a entrar en su habitación, cerrando la puerta detrás de él. Después lo miró con los ojos desorbitados.
— ¡Harry! — exclamó —. No podía creerlo, aunque cuando he leído la carta en la que me decías que la sede estaba aquí no se me ha ocurrido ninguna otra explicación... ¡Pero ya oíste que el profesor Flitwick dijo que era un encantamiento tremendamente complicado! ¿Cómo lo has conseguido? Tendrías que haberlo practicado durante meses para haberlo conseguido... He leído algo acerca de ese encantamiento y no sólo requiere poder y concentración, sino también...
— Bueno... en realidad sí que me costó un poco — reconoció Harry con una sonrisa —. Pero fue el propio Flitwick el que me enseñó...
— ¿Cuándo? — preguntó Hermione con el mismo tono ansioso —. Durante el curso no pudo ser, ¿no?... Ron y yo nos habríamos enterado... Y este verano hemos estado casi todo el tiempo contigo...
— En realidad — dijo Harry —, ha sido esta noche.
Hermione abrió aún más los ojos. — ¿Esta noche? — susurró —. Pero... ¿en una sola noche? Pero... pero... Pero Flitwick dijo... Dijo que era... Ni siquiera él... ¿Y cómo es? — preguntó apresuradamente.
Harry soltó una carcajada. Le habría extrañado mucho que Hermione no quisiera saber, antes que nada, cómo se hacía un encantamiento que no conocía.
— Es difícil — asintió —. Pero no creo que tú tuvieras tanto problema como yo en hacerlo... A mí me ha costado horas, y he estado a punto de dejarlo unas cuantas...
— ¿Horas? — exclamó Hermione —. ¡Pero si es magia avanzadísima! Tendrías que haber tardado...
— Hermione — la interrumpió Harry —. Sólo nos queda un curso, ¿sabes? Se supone que la magia avanzadísima ya no es "avanzadísima" para nosotros...
— Pero esto supera con mucho el nivel normal de embrujo — dijo Hermione —. No está en el nivel del ÉXTASIS, eso seguro...
— No — dijo Harry —. Y el Patronus tampoco, y los dos sabemos hacerlo desde hace años.
Hermione cerró la boca de golpe, como si hubiera estado a punto de contestar y lo hubiese pensado mejor. Después, volvió a hablar.
— Bueno — dijo en un tono un poco más sosegado —. ¿Y cómo es?
Harry se lo explicó lo mejor que pudo: la fórmula, el movimiento de varita, la concentración, y la extraña sensación de haberse embutido dentro del cerebro mucha más información de la que era capaz de abarcar.
— De modo — dijo Hermione, pensativa, cuando Harry hubo terminado de explicárselo — que al final lo conseguiste pensando en la Aparición...
— Sí — contestó Harry —. Es curioso... se supone que son dos encantamientos que no tienen nada que ver.
— Bueno — dijo Hermione, sonriendo ampliamente —. Por lo menos Flitwick y McGonagall no tuvieron que amenazarte con un dragón para que lo aprendieras rápidamente...
Harry le devolvió la sonrisa.
— Vale — continuó Hermione, haciendo giros ausentes con la varita, como si su subconscientes estuviera deseando comenzar a practicar el Encantamiento Fidelio —. Bueno... supongo que por eso estás aquí, y no en La Madriguera, que es donde tenía previsto ir a buscarte hoy... ¡Por cierto! — exclamó, y Harry se sobresaltó. Hermione se tapó la boca con la mano —. ¡Me había olvidado! ¡Muchas felicidades!
Y plantó un sonoro beso en la mejilla de un Harry muy aturdido.
— ¿Felicidades...?
Hermione hizo una mueca.
— Hoy es tu cumpleaños, ¿recuerdas? — dijo —. Diecisiete... Mayor de edad, y todo eso...
— Ah... Sí, claro — respondió Harry. Él también lo había olvidado, con todo lo que había ocurrido la noche anterior —. Gracias...
— Tengo una cosa para ti... espera — dijo Hermione, abriendo con dificultad las correas que cerraban su baúl y levantando la tapa. Después de rebuscar un momento en su interior sacó un paquete grande envuelto con un papel azul arrugado. Harry lo cogió, un poco incómodo.
— Gracias... —. Abrió el paquete rasgando el papel, y extrajo un libro bastante grueso, con aspecto antiguo y tapas de cuero tan gastadas que la piel se había endurecido y parecía cubierta por una capa de cera y mugre. En la portada podían leerse unas letras góticas impresas en huecograbado, que en algún momento debían haber estado cubiertas por una pátina dorada, pero de las que sólo quedaba el hueco en el cuero: Grandes Maleficios de la Época Actual, y el nombre del autor, Urquhart Rackharrow.
— Ese nombre me suena... — dijo Harry, volviendo el libro entre sus manos.
— Vimos su retrato en San Mungo, ¿recuerdas? — respondió Hermione —. Cuando fuimos a visitar al padre de Ron. Fue el inventor de la Maldición Expulsaentrañas. No el padre de Ron, claro: Urquhart Rackharrow.
Harry levantó la mirada, sorprendido. — Hermione, ¿me has regalado...?
— Sí — contestó ella, clavando la mirada en él, desafiante —. Creí que no estaría de más que conocieras algunos de los trucos más sucios que los mortífagos pueden utilizar. Estoy segura de que este libro es uno de los libros de cabecera de los amantes de las Artes oscuras... o que ha servido de inspiración para muchos magos tenebrosos.
Harry no pudo evitar esbozar una sonrisa.
— Creía que me habías dicho que no estaba bien luchar contra ellos con sus propias armas... ¿No fuiste tú la que se horrorizó cuando utilicé magia tenebrosa contra Malfoy? ¿No te has pasado todo un año diciéndome que dejase de utilizar el libro del Príncipe Mestizo?
— Y tenía razón — dijo ella sin inmutarse —. Además, no es lo mismo. Yo no te estoy diciendo que te aprendas estos hechizos, sólo quiero que les eches un vistazo para saber contra qué vas a tener que luchar cuando te enfrentes a Voldemort.
— Supongo que Voldemort, igual que Snape, habrá inventando sus propios hechizos tenebrosos, sin necesidad de recurrir a los inventos de un mago medieval con problemas de adaptación. De cualquier forma, muchas gracias — añadió, al ver que el ceño de Hermione se acentuaba aún más —. Seguro que me resultará muy útil.
— De nada — dijo ella, y arrastró su baúl hasta dejarlo junto a una de las dos camas que ocupaban casi todo el espacio disponible en la habitación. Se sentó sobre la colcha color tierra, y levantó la mirada hacia él —. Bueno — dijo —, ¿cuándo me lo vas a decir?
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
Harry se quedó desconcertado.
— ¿Decirte el qué? — preguntó.
— Que vamos a volver a Hogwarts.
Harry abrió tanto la boca que estuvo a punto de desencajársele la mandíbula. La miró fijamente, anonadado. Después, sacudió la cabeza.
— En serio, Hermione — dijo, esbozando una media sonrisa —. Deberías haberte especializado en Adivinación.
— No se trata de Adivinación, se trata de Lógica — dijo ella, sonriendo a su vez —. Me imagino que McGonagall tendría unas palabritas contigo ayer, aprovechando que te tenía aquí para convertirte en el Guardián Secreto de la casa, y de la Orden.
— Sí — asintió Harry —. Pero, ¿cómo has adivinado lo que le había contestado?
— Porque ni siquiera tú serías capaz de rechazar una oferta de protección como la que McGonagall te habrá hecho — dijo ella simplemente. Harry soltó una carcajada.
— De verdad que a veces me das miedo, Hermione — dijo. Después se encogió de hombros —. Bueno, pues sí. He aceptado.
Hermione le lanzó una mirada perspicaz.
— ¿Por ti? — preguntó —. ¿O por protegernos a nosotros?
— En parte, por las dos cosas — admitió él —. Ya tenía pensado intentar convenceros de que volviérais a Hogwarts este curso... Pero McGonagall me ha hecho "una oferta que no podía rechazar".
Hermione soltó una risita.
— Dicho así — comentó —, parece como si te hubiera amenazado con meterte en la cama la cabeza de tu caballo favorito...
— Mi caballo favorito es una Saeta de Fuego — dijo Harry haciendo una mueca —, así que la amenaza no habría tenido mucha fuerza, la verdad. No — continuó —, me ha ofrecido utilizar Hogwarts como base de operaciones, por decirlo de alguna manera. Me ha dado permiso para que salgamos de allí cuando queramos, siempre que se lo comuniquemos antes.
— ¿En serio...? — Hermione parecía muy sorprendida —. No me parece algo propio de McGonagall...
— A mí tampoco — Harry volvió a encogerse de hombros —, pero eso es lo que me ha dicho. También se ha ofrecido a ayudarme sin hacer preguntas, y me ha asegurado que la señora Pomfrey tampoco las hará si... bueno, ya sabes — terminó, inseguro.
Hermione permaneció en silencio unos segundos, con el ceño fruncido, como si estuviera evaluando la situación. Después, suspiró.
— Bien — dijo —, supongo que McGonagall ha comprendido que era la única manera de que volviéramos a Hogwarts este curso. Es evidente que quiere mantenerte a salvo por encima de cualquier otra cosa, y que ha visto que la única forma era dándote permiso para quebrantar las normas. Si no, era obvio que no ibas a regresar... y nosotros tampoco — añadió, desafiante —. Y, como los tres somos mayores de edad, ya no puede obligarnos nadie a volver al colegio... Así que ha tenido que negociar. Muy inteligente por su parte — dijo, con la mirada fija en la pared que había frente a ella —, apelar a esa manía tuya de proteger a los demás, para conseguir protegerte a ti... Creo que McGonagall va a ser una buena directora.
Harry se ruborizó.
— No era necesario que me echases en cara otra vez eso de que "me gusta hacerme el héroe", Hermione — dijo, mortificado.
— ¿Qué...? Oh... No — dijo Hermione rápidamente —. No me refería a eso... Quería decir que...
— Déjalo, Hermione — dijo Harry, cansado. En ese momento se arrepentía de haber aceptado la propuesta de McGonagall. Hermione tenía razón: más que por estar él mismo a salvo, lo había hecho porque Ron y Hermione corrieran el menor riesgo posible. Igual que había dejado a Ginny. Igual que había ido a salvar a Sirius al Departamento de Misterios aquella noche...
— De cualquier forma — dijo Hermione, ignorando al parecer de forma deliberada la petición de Harry —, has hecho bien en aceptar, Harry. Mientras buscas... mientras buscamos esos Horcruxes — se corrigió —, no estará de más que podamos contar con un lugar seguro para resguardarnos... Por lo menos podremos dormir tranquilos.
Harry sonrió amargamente.
— Has empleado las mismas palabras que McGonagall — dijo.
— Sí, bueno — Hermione hizo un gesto evasivo —, en ese caso estoy de acuerdo con ella. Y, además, las clases pueden enseñarnos algo que más adelante nos sea útil.
— Sí — admitió Harry. No podía evitar estar de acuerdo con ambas, McGonagall y Hermione. Sin embargo, había algo en Hogwarts con lo que no deseaba enfrentarse... y, pese a que se decía a sí mismo que se trataba del recuerdo de Dumbledore, que no quería volver al colegio sin él, lo cierto era que, en su interior, sabía que lo que no quería era compartir un curso más con Ginny. No podía arriesgarse a verla a todas horas en la sala común, en el Comedor, en los entrenamientos de Quidditch, por los pasillos... porque temía no ser lo suficientemente fuerte como para mantener su decisión.
— Bueno — continuó Hermione sin inmutarse por el gesto sombrío que había hecho Harry —, ¿has pensado en cómo vas a empezar a buscar esos Horcruxes?
Harry hizo un gesto de impaciencia.
— Por el amor de Dios, Hermione — dijo —, hace sólo dos días que no te veo... ¿Cómo se me iba a ocurrir algo en tan poco tiempo? Por cierto, no te he preguntado por el entierro de tu abuela... — añadió, un poco avergonzado.
Hermione, sin embargo, hizo un gesto de impaciencia. — Eso no importa ahora — dijo —. Fue como todos los entierros, ya te lo imaginas.
— Sólo he ido a un entierro en mi vida — musitó Harry tristemente. Hermione, sin embargo, le ignoró.
— Bien — dijo enérgicamente —, creo que deberíamos ponernos a ello inmediatamente. Tenemos poco tiempo antes de volver a Hogwarts, y tenemos que ir a La Madriguera unos días, así que no tenemos mucho tiempo para descubrir algo antes de ir a Hogwarts. Aunque podamos salir de allí cuando queramos, no creo que debamos abusar mucho de la permisividad de McGonagall. Además, una vez fuera de Hogwarts estaremos totalmente desprotegidos, así que no debemos entretenernos...
— Estamos fuera de Hogwarts, Hermione — dijo Harry frunciendo el ceño.
— Sí, pero aquí estamos seguros, ¿no? — respondió ella —. Mientras tú seas el Guardián Secreto, nadie puede encontrarnos aquí.
— Excepto McGonagall, Flitwick, Tonks y Lupin — le corrigió él —. Y el resto de la Orden: supongo que tendré que decirles a todos dónde está la Sede, ahora que Dumbledore está muerto y la casa está encerrada en mi cabeza. Pero que me ahorquen si pienso decírselo a Mundungus — añadió, entrecerrando los ojos con ira.
— No, claro — asintió Hermione, mirándolo con simpatía —. Probablemente seguiría vendiendo toda tu vajilla en el rastrillo de los martes...
— Otro que no se merecía la confianza de Dumbledore — escupió Harry en tono venenoso.
— Harry — Hermione se puso seria de repente —, no irás a comparar a Snape con Mundungus...
— No, claro que no — dijo él con voz engañosamente suave —. A Snape pienso matarlo en cuanto se me ponga delante; a Mundungus sólo tengo intención de hacerle mucho, mucho daño.
Hermione lo miró, vacilante, como si no supiera si estaba bromeando o no. Sonrió tímidamente, decidiendo, al parecer, que era lo primero. Mejor, pensó Harry; porque no quería que Hermione supiera por el momento que no bromeaba en absoluto.
— Bueno... — Hermione carraspeó, y su rostro dejó traslucir claramente que deseaba cambiar de tema lo antes posible. O, al menos, dejar a un lado a Snape y a Mundungus —. Entonces... ¿no has pensado en algún sitio donde Voldemort pueda haber escondido sus Horcruxes?
— No — negó Harry, sombrío —. Ya te lo he dicho: Dumbledore tardó meses, incluso años, en encontrar esos dos Horcruxes, el anillo y el medallón. No tengo ni idea de dónde pueden estar los demás. Bueno, en realidad no tengo ni idea tampoco de dónde puede estar el verdadero medallón — añadió.
— Bien — Hermione parecía más animada y enérgica de lo que Harry, con su estado de ánimo sombrío, pensaba que era decente —. Quizás los de la Orden puedan decirnos algo de R.A.B... No hace falta que les expliquemos nada — se apresuró a añadir al ver que Harry fruncía el ceño —, pero podemos preguntárselo, ¿no?...
— En último caso, siempre se lo puedo preguntar a McGonagall — dijo Harry encogiéndose de hombros —. Estoy convencido de que Dumbledore lo habría sabido, si hubiera llegado a leer esa nota. Quizás ella lo sepa...
— Puede ser — contestó Hermione, aunque Harry pensó que había cierto escepticismo en su voz —. Bueno, dentro de una semana es la boda de Bill y Fleur. Podemos aprovechar para preguntarles a los de la Orden si saben algo de R.A.B., o si saben algo de la vida de Voldemort que Dumbledore no te haya contado.
— Vale — aceptó Harry sin muchas ganas. No creía que los de la Orden pudieran saber algo que a Dumbledore se le hubiera escapado, pero por preguntar no se perdía nada.
— Aunque creo — continuó Hermione — que también deberíamos aprovechar para intentar descubrir el paradero del séptimo Horcrux, porque a la larga vamos a necesitar saberlo, y quizás más adelante sea más peligroso hacer indagaciones.
— ¿Qué séptimo Horcrux? — preguntó Harry, frunciendo el ceño. Hermione lo miró, exasperada.
— Voldemort — dijo simplemente.
— Ah...
No se le había ocurrido, pero Hermione tenía razón: Voldemort habría protegido muy bien sus Horcruxes, y los habría escondido de forma que fuese casi imposible encontrarlos, pero Harry contaba con una ventaja: Voldemort no imaginaría que nadie supiera siquiera que existían, por lo que Harry, al buscarlos, no se encontraría con el mismo Voldemort o alguno de sus mortífagos protegiéndolos. Por lo que él sabía, ni siquiera los mortífagos conocían ese secreto: que su señor había dividido su alma en siete... Sin embargo, el mismo Voldemort, a quien Harry debía destruir en último lugar si quería acabar con todo aquello, estaría muy bien escondido... Y no sólo eso, sino que también estaría protegido por sus mortífagos, y por su propio e inconmensurable poder. Y, si Harry conseguía destruir el resto de los Horcruxes, podía ser que Voldemort se diese cuenta, en cuyo caso su misión se haría mucho más peligrosa que cualquier otra cosa a la que Harry se hubiera enfrentado antes.
— Además — se dijo, aunque Hermione lo escuchó con atención —, para encontrar a la serpiente tengo que encontrarle a él...
— Exacto — dijo Hermione —. Creo que también podríamos intentar averiguar si los de la Orden saben dónde se esconde Voldemort.
— De acuerdo, pero no lo creo — dijo Harry —. Si lo supieran, ya se habrían enfrentado a él en alguna ocasión, ¿no?
— Puede ser — Hermione se encogió de hombros —. Aunque también es posible que estén esperando el momento adecuado.
— ¿El momento adecuado? — preguntó Harry, enojado —. ¿Para qué? ¿Para que se canse de matar gente y pillarlo desprevenido?
— No lo sé, Harry — dijo Hermione pacientemente —. Pero no está de más preguntarlo, ¿no crees?
Harry chasqueó la lengua y asintió de mala gana.
— De todas formas, Harry — continuó Hermione —, sí que hay algo que tienes que hacer antes de que vayamos a la boda de Bill y Fleur. Algo que vas a necesitar si quieres pasarte todo el curso saliendo y entrando de Hogwarts y recorriéndote toda Inglaterra.
— ¿Ah, sí? — preguntó Harry, curioso —. ¿Y qué es?
— Tienes que sacarte el carné de Aparición — sentenció Hermione.
Bueno... éste era un poco más largo zorry
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Ninotchka escribió:Bueno, en lo que al Fidelio se refiere, la idea es que pueden Aparecerse y Desaparecerse SIEMPRE que estén incluidos en el hechizo, es decir, si el Guardián Secreto les ha desvelado la localización del sitio. Si no, obviamente, no podrían Aparecerse en la casa...
:enrollao: Así sí es coherente.
Ninotchka escribió:En cuanto a lo otro, bien, es cierto que es arriesgado que Harry sea el Guardián Secreto, pero no es menos cierto que, después del 5º libro, Voldemort parece hber desarrollado un "yuyu" por todo lo que se refiera a trastear con la mente de Harry. Recordad que esto está escrito sin haber leído el 7º libro, useasé, la información que yo tenía era la que la Jotaká nos había dado hasta e 6º: parecía que Voldemort no iba a tener muchas ganas de seguir metiéndose´n´caboza de Harry
Bueno, es que a mí esa explicación que dio JK al final del 5 libro no me convenció demasiado. Como yo lo entiendo, estamos hablando de 2 cosas distintas: por un lado, "el trasteo" en la mente de Harry, y por otro lado, la "posesión" que hace de él en el Ministerio.
El "trasteo" es eso, una especie de telepatía mental que es posible gracias a la conexión que hay entre ellos. Una comunicación que le permite a Voldy crearle a Harry visiones e inducirle ciertos sueños, pero que no le provocan ningún efecto negativo (se pasa un curso entero haciéndolo y se queda tan fresco).
La "posesión" ya son palabras mayores. Voldy se mete entero dentro de Harry y eso sí que le produce "yuyu". No se trata de una simple "comunicación telepática", sino de una posesión en toda regla.
Así que nunca entendí muy bien esa explicación que dio JK. Me parece que se salió por la tangente como pudo y de una forma no demasiado airosa... . Pero bueno, si JK lo dice, aceptaremos pulpo como animal de compañía .
Y..... leído el tercer capítulo .
Me ha dado la sensación de que es un capítulo de transición que sirve para mostrarnos el escenario en el que se va a desarrollar la historia. La lectura sigue siendo amena y fácil de leer, y los personajes perfectamente encajados en sus papeles. Lo único.... que los diálogos son un poco largos.
Espero el cuarto : party: .
Hara-sensei- Cantidad de envíos : 112
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Bueno, los diálogos son largos porque intentaba imitar el estilo de la Jotaká pero también quería explicar bien las cosas... así salió el ello
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Cierto es que los diálogos son más largos, pero al menos te enteras de que va bien el asunto y qué es lo que están haciendo. Es notorio lo que señalas acerca de la búsqueda de los horcruxes, es decir que Dumbledore tardara tanto tiempo en encontrar dos y que luego encuentren los otros de golpe
La estrategia es mucho mejor, refugiándose en Hogwarts van a tener más posibilidades de derrotar a Voldemort, que yendo por ahí de un lado a otro.
Como dice Hara, este episodio es de transición....esperamos con impaciencia el siguiente...:excited:
La estrategia es mucho mejor, refugiándose en Hogwarts van a tener más posibilidades de derrotar a Voldemort, que yendo por ahí de un lado a otro.
Como dice Hara, este episodio es de transición....esperamos con impaciencia el siguiente...:excited:
Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Completamente de acuerdo con Rhayma. Esta es una estrategia mucho mejor pensada. Claro que en la del canon estaban Snape y los mortis metidos en Hogwards, así que Harry no podía estar allí..., pero realmente (y ya que, siendo la autora, JK podía haber seguido la estrategia que le diera la gana...), queda mucho más lógico que la Orden intervenga "algo" en este tramo final de la guerra y proteger a Harry dentro de Hogwards es una idea de lo más coherente. Mucho más -como dice Rhayma- que la "temporada de cámping" del canon, con los chicos perdidos por esos caminos de Dios y expuestos a cualquier peligro. Y la Orden de "brazos caídos", que ya le vale a la JK...
Que eso, que pa'cuando el cuarto .
Que eso, que pa'cuando el cuarto .
Hara-sensei- Cantidad de envíos : 112
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Va
- Spoiler:
— CAPÍTULO 4 —
Aparición
— Bienvenidos al Ministerio de Magia — dijo una gélida voz de mujer —. Por favor, digan sus nombres y el motivo de su visita.
— Er... Harry Potter. Vengo a hacer el examen de Aparición...
— Hermione Granger — dijo Hermione a su lado, mirando hacia las acristaladas paredes de la cabina tenefónica como si desease que la fría e indiferente mujer se dignase aparecer para enfrentarse con ella cara a cara —. Vengo a acompañarlo.
— Gracias — dijo la voz de mujer —. Visitantes del Ministerio, cojan la chapa y colóquensela en la ropa en un lugar visible —. Un tintineo metálico surgió de la ranura del cambio del teléfono. Harry cogió la suya: como en las otras dos ocasiones que había entrado al Ministerio de Magia, se trataba de una chapa cuadrada de plata, que esta vez tenía grabadas las palabras: Harry Potter, examen de Aparición. La de su compañera, a la que pudo echar un vistazo mientras se la prendía de la solapa de la chaqueta, decía: Hermione Granger, apoyo moral.
En cualquier otro momento se habría reído, pero no en esta ocasión: le daba la impresión de que, si soltaba una carcajada, se le iba a salir el páncreas por la boca. Hacía tiempo que no estaba tan nervioso: probablemente desde la primera vez que entró en el Ministerio de Magia, cuando se enfrentó a un juicio frente a todo el Wizengamot y a la posibilidad de que lo expulsasen de Hogwarts.
— Visitantes del Ministerio, tendrán que someterse a un cacheo y entregar sus varitas mágicas en el mostrador de seguridad, que se encuentra al final del Atrio.
La cabina telefónica se hundió en el suelo del callejón donde se alzaba, sin que los tres muggles que hacían cola para llamar por teléfono (y que, al parecer, no se habían dado cuenta de que los cables del auricular estaban arrancados) diesen muestras de notarlo. Se encogió de hombros, nervioso, mientras veía a través de los cristales cómo la tierra se alzaba para envolver el asfixiante y reducido habitáculo. Un minuto después la cabina, Hermione y él emergieron en el luminoso Atrio del Ministerio de Magia.
Estaba tal cual lo recordaba, como si la última vez que estuvo allí no hubiera visto cómo destrozaban la sala entera (y contribuído a ello, todo había que decirlo). El larguísimo vestíbulo seguía teniendo el mismo suelo de madera pulimentada, los mismos paneles de chapa de madera, las mismas chimeneas a ambos lados para que los magos y las brujas que trabajaban allí o tenían que visitarlo por cualquier motivo entrasen y saliesen. Incluso la Fuente de los Hermanos Mágicos permanecía en mitad del Atrio, intacta, con sus cinco figuras como nuevas y sus cinco chorros de agua cayendo alegremente sobre la pila. Nada parecía señalar que allí se hubiera desarrollado una lucha a muerte. Nada mostraba señales de que allí hubieran luchado dos hombres que ahora estaban muertos...
El nudo que sintió en el estómago al pensar en Sirius y en Dumbledore se unió al que ya sentía en el resto de su aparato digestivo y en otros muchos órganos de su cuerpo que no sabía muy bien para qué servían, y Harry temió vomitar en la pileta donde se suponía que tenía que echar un donativo para el Hospital San Mungo. Tragó saliva mientras Hermione y él se dirigían hacia una mesa, detrás de la cual se sentaba el mismo mago vestido de color azul eléctrico y mal afeitado que le había registrado la primera vez. Eric, recordó que se llamaba.
Con el mismo gesto de aburrimiento, Eric levantó una varilla larga y dorada y recorrió con ella los cuerpos de Harry y de Hermione, que apretaba los labios como si aquella operación le recordase demasiado a Argus Filch. Después les pidió las varitas, y las dejó caer, una detrás de la otra, sobre la curiosa balanza de un solo brazo, que vibró y soltó dos pequeños pedazos de pergamino. Eric los cogió y los leyó detenidamente.
— Mmmm... — dijo, y miró a Harry con los ojos entrecerrados —. Sí, esta varita ya ha entrado otra vez en el Ministerio, ¿no?... Acebo, veintiocho centímetros, núcleo central de pluma de fénix, seis años en uso.
— Sí — asintió Harry, alargando la mano para que le devolviese la varita. El mago de seguridad se la dio con el ceño fruncido y estudió el segundo pergamino.
— Madera de parra, treinta centímetros, núcleo central de nervios de corazón de dragón, también en uso desde hace seis años. ¿Es correcto, señorita?
— Así es — respondió Hermione. Eric asintió y le devolvió la varita; después clavó los dos trozos de pergamino en un pinchapapeles de latón.
— Que tengan un buen día — dijo —. Y, señor Potter...
Harry, que ya había hecho ademán de marcharse, dio media vuelta y lo miró. El mago de seguridad sonrió, burlón.
— Todos tenemos mucha fe en que El Elegido acabe con El—Que—No—Debe—Ser—Nombrado — dijo en un susurro —, pero, por favor, no cause más destrozos en el Ministerio cuando sea mi turno. Todavía no he conseguido que me retiren la suspensión de sueldo.
Harry le devolvió la sonrisa.
— Veré qué puedo hacer — respondió, y se alejó, seguido de Hermione, hacia los ascensores.
— Harry — susurró Hermione, apremiante —, ¿qué has hecho?
— ¿Qué he hecho? — preguntó Harry.
— ¡Te ha faltado decirle que sí que eres El Elegido! — exclamó ella. Harry se encogió de hombros.
— Qué va — dijo, mientras entraba en el vestíbulo más pequeño que salía del Atrio, donde se alineaban una veintena de ascensores —. Ese tío no se entera de nada, no te preocupes. Y, de cualquier forma — añadió —, ahora mismo tengo cosas más importantes que...
— ¡Harry, esto es sólo un estúpido examen de Aparición! ¡Lo que le has dicho a ese hombre es mucho más importante!
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
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Harry se detuvo frente a uno de los ascensores y la miró, exasperado.
— Mira, Hermione — dijo en un susurro, para evitar que los magos y brujas que hacían cola delante de ellos le oyesen —, no le he dicho nada, así que no puede interpretar nada de mis palabras. Además, me da igual. Nadie iba a creerle en caso de que fuera por ahí diciendo tonterías sobre que yo he reconocido que soy El Elegido. Y ahora déjame que me concentre en lo enfermo que me encuentro, por favor.
Hermione sonrió.
— No tienes por qué ponerte nervioso — dijo, aunque, por la mueca que hizo, Harry estaba seguro de que sólo había postpuesto el tema de Eric —. Lo harás bien, ya lo verás... Sólo recuerda las tres...
— Estoy hasta las narices de las malditas tres "Des" — dijo Harry abruptamente —. Lo único que quiero es quitarme de encima este maldito examen de una vez por todas.
Hermione tenía razón: no tenía por qué ponerse nervioso, sabía Aparecerse perfectamente e incluso en una ocasión había transportado cientos de kilómetros a otra persona... a Dumbledore. El nudo de su estómago volvió a transformarse de nervios en pesar y tristeza en apenas un segundo. Apretó los labios y dirigió una mirada determinada en dirección al ascensor que acababa de aterrizar frente a él. Cuanto antes hiciera el examen, antes se libraría de él.
Entró en el ascensor, y él y Hermione se apretujaron contra una pared, mientras lo que parecían ser cientos de personas luchaban por hacerse con un hueco en el cubículo. Una mujer regordeta que le daba la espalda se echó hacia atrás y lo aplastó contra la pared forrada de madera.
Harry soltó un quejido, y la mujer se dio la vuelta, sorprendida de ver a alguien detrás de ella. A primera vista, parecía estar muy poco acostumbrada a las aglomeraciones de ese tipo, como si pocas veces hubiera subido en un ascensor. A segunda vista, llevaba una horrible túnica de color malva y una toca de punto acabada en unos largos y esponjosos flecos. A tercera vista, Harry descubrió que odiaba toda su persona, desde el lazo negro que adornaba sus rizos grisáceos hasta los pequeños pies enfundados en zapatos planos. Y no sólo porque acabara de aplastarle todos los órganos del cuerpo. Inconscientemente, se frotó el dorso de la mano derecha.
— Vaya, vaya... — dijo la mujer con una aborrecible voz infantil y una amplia sonrisa —. Señor Potter... Qué alegría verle por aquí.
Harry sintió que una oleada de furia y asco le inundaba por dentro, haciéndole olvidar todo el nerviosismo y el dolor que sentía segundos antes. A pesar del zumbido que provocaba en sus oídos toda la sangre de su cuerpo, que había decidido subir hasta su cabeza, pudo oír los murmullos que recorrían todo el ascensor, susurrando su nombre, e incluso escuchó a un hombre musitando en dirección a la mujer que tenía al lado: — Debe haber venido a ver a Scrimgeour... Seguro que es por algo relacionado con Ya—Sabes—Quién.
Sonrió fríamente. Si aquella gente supiera lo que había venido a hacer en realidad... Aunque debería haberlo pensado antes. Al acudir al Ministerio aquella mañana, en realidad le había seguido el juego a Scrimgeour. Se encogió de hombros. Cuando le viera, quizá le pediría una comisión.
— Profe... señora Umbridge — dijo, haciendo un burlón énfasis en el título corregido —. Veo que está ascendiendo en el Ministerio... lo digo por el ascensor — añadió socarronamente. Una mujer bajita que había a pocos centímetros soltó una risita tonta. Umbridge, por el contrario, dejó de sonreír.
— Veo que sigue teniendo un problema con la lengua, señor Potter — dijo dulcemente, en un tono que Harry había aprendido a reconocer como señal de peligro —. No debería hablar así a nadie... y menos a mí.
La sonrisa de Harry se ensanchó, mientras los murmullos aumentaban de volumen en el ascensor. La voz fría de mujer dijo: — Séptima planta, Departamento de Deportes y Juegos Mágicos, que incluye el Cuartel General de la Liga de Quidditch de Gran Bretaña e Irlanda, el Club Oficial de Gobstones y la Oficina de Patentes Descabelladas.
Se abrieron las puertas, pero no salió nadie. Entraron un par de personas, y, aún así, el ambiente en el ascensor no experimentó el más mínimo cambio. Todas las miradas estaban fijas en Harry, que a su vez miraba con desprecio y odio a Umbridge.
— Ahora todo el mundo sabe cómo es usted — dijo en un susurro tenso, haciendo caso omiso del pisotón de advertencia que le propinó Hermione —. Todo el mundo sabe lo estrecha de miras que es, y lo cerca que estuvo de ayudar a Voldemort a vencer en esta guerra. El Profeta lo publicó. Y, por lo que veo — hizo un gesto que abarcaba el ascensor —, aquí, en el Ministerio, también se han dado cuenta... Ya no es la subsecretaria del Ministro, ¿verdad...?
El rostro de Umbridge se contorsionó en una mueca de rabia. Harry soltó una carcajada breve y seca.
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
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— Si quiere volver a tener ese poder que tan mal supo utilizar — dijo, apretando los dientes —, tendrá que unirse a Voldemort.
— ¡Cómo te atreves...!
— ¿Que cómo me atrevo? — exclamó Harry, furioso, apretando los puños —. ¡Lo único que le faltó la última vez para servir completamente a sus propósitos fue tener la Marca Tenebrosa! ¿Por qué no va a ver a Voldemort y le pide que se la tatue? ¡Así por lo menos no tendría que buscar excusas para utilizar las Maldiciones Imperdonables!
Umbridge parecía a punto de lanzarse sobre Harry. Los ocupantes del ascensor ya lo murmuraban: hablaban en voz alta, intercambiando opiniones acerca del enfrentamiento que tenía lugar ante sus ojos. La mayoría, según oyó Harry, estaban a favor de El Elegido. No le importaba en absoluto. Permaneció inmóvil, con la mano en el bolsillo, acariciando su varita, esperando, implorando, que Umbridge se atreviera a atacarlo.
— Sexta Planta, Departamento de Transportes Mágicos, que incluye la Red Flu, el Consejo Regulador de Escobas, la Oficina de Trasladores y el Centro Examinador de Aparición.
— Harry, vámonos — musitó Hermione en su oído, y notó cómo su mano le agarraba el brazo y tiraba de él —. Vámonos...
Todavía mirando fijamente a Umbridge, Harry se dejó arrastrar fuera del ascensor. La reja se cerró con un chirrido metálico, y el ascensor, llevándose a Umbridge rodeada de gente que murmuraba contra ella en favor de Harry, descendió entre fuertes traqueteos y sacudidas.
Harry se mordió el labio, frustrado. Después, una vez el estruendo del ascensor se desvaneció bajo sus pies, se encogió de hombros una vez más, y sonrió. Al menos, el encuentro con Umbridge había servido de algo: ya no estaba nervioso, y tampoco sentía nada que no fuera rabia al verla trabajando todavía en el Ministerio.
Habían salido a un amplio corredor pintado de blanco y flanqueado de puertas de madera, sobre las que, escrito en placas de latón, se leía, por ejemplo, Dirección General de Tráfico Aéreo, Oficina de Mantenimiento de la Red Flu, Autorización de Establecimiento de Trasladores, o Control de Vehículos Sin Catalogar (debajo de esta placa había una fotografía de la que salía y entraba a toda velocidad el Autobús Noctámbulo).
Se detuvieron al fondo del pasillo, junto a un amplio mostrador sobre el que se leía un cartel: Centro Examinador de Aparición. Admisión de Solicitudes. Una bruja delgada que se pintaba las uñas con la varita levantó apenas la mirada hacia ellos, y desenrrolló un pergamino.
— ¿Nombre? — preguntó.
— Este... — dijo Harry.
— Harry James Potter — respondió Hermione. La bruja levantó la mirada.
— Tienes nombre de chico, querida — dijo, y se rió fuertemente de su propio chiste —. Bien... Harry James Potter. ¿Edad?
— Diecisiete años — respondió Harry esta vez. La bruja levantó la mirada por tercera vez y la clavó en Harry, enarcando una ceja.
— ¿Ya? — preguntó, estudiándolo de arriba a abajo —. Caramba, cómo pasa el tiempo... Pero claro, cada año pasa un año.
— Muy inteligente — susurró Hermione, mordaz. La bruja la ignoró, con la mirada fija en Harry.
— Diecisiete años... Has cambiado, Harry Potter — dijo crípticamente. Harry se sorprendió.
— ¿Nos conocemos? — preguntó, alarmado.
La bruja soltó una rista aguda.
— Todo el mundo conoce a Harry Potter — dijo —. Sí... Todo el mundo conoce a El Elegido. Bien... ¿Has venido a examinarte de Aparición?
— Creía que eso era obvio — masculló Hermione, pero en voz tan baja que la bruja no la oyó.
— Has llegado justo a tiempo — continuó la bruja, sonriendo —. En el Ministerio hacemos un examen cada día, y el siguiente...
— ¿Cada día? — se extrañó Harry —. Pero...
— Sí, el examen que se realiza en Hogsmeade en abril sólo tiene lugar una vez al año, porque los alumnos de Hogwarts no pueden salir del centro para venir a examinarse más que en verano... El Comité de Estudio de las Necesidades del Transporte está debatiendo la posibilidad de realizar otro examen en Hogsmeade al final del otoño, para que los alumnos de Hogwarts que no hayan cumplido los diecisiete el treinta y uno de agosto pero lo hagan antes del invierno no tengan que esperar hasta mediados de abril...
— Ya podrían haberlo pensado antes — susurró Hermione —, eso me habría ahorrado tener que aguantar las clases con Twycross.
— ...pero claro — siguió la bruja —, eso implicaría tener que colocar a otro monitor ministerial de Aparición al principio del curso escolar, y entonces los alumnos que hubiesen repetido curso se quejarían...
— Er... sí, claro — dijo Harry, desconcertado.
Hermione carraspeó. — Perdone — dijo —, ha dicho que habíamos llegado justo a tiempo...
— Oh, sí, querida — contestó la bruja, echándose hacia atrás los bucles castaños —. Disculpa —. Desenrrolló otro trozo de pergamino —. ¿Tu nombre es...?
— No, no, yo ya tengo el carné — dijo Hermione, y señaló la chapa que llevaba prendida de la chaqueta —. Sólo vengo de... — bajó la mirada y la leyó —. Ah, sí. Apoyo moral.
— Oh — respondió la bruja, incrédula —. Bien. En ese caso tendrás que esperar fuera... Tú entra, Harry — dijo, señalando una puerta que había detrás de ella —. El examen empieza a las diez. Tienes a quince personas delante, pero si tienes mucha prisa — le guiñó un ojo —, puedo colarte...
— No, gracias — dijo Harry, mirando aprensivamente en dirección a la puerta cerrada. Dirigió una mirada nerviosa hacia Hermione, y ella le sonrió.
— Mucha suerte, Harry... — dijo.
Harry tragó saliva, abrió la puerta y entró.
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
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— ¿Lo ves, como no era tan difícil? — exclamó Hermione, sonriente, una hora después, mientras esperaban a que la bruja terminase de rellenar la licencia de Aparición que Harry acababa de conseguir.
— Ya... Bueno, ya lo había hecho — musitó, y, al ver que la bruja levantaba la cabeza, añadió: — Cuando Twycross nos daba clase conseguí Aparecerme dentro del aro de madera un par de veces...
— ¿Quieres que en tu carné ponga que has aprobado el examen con la nota máxima, querido? — preguntó la bruja, sonriente.
— No hace falta, gracias — respondió Harry apresuradamente —. ¿Los carnés suelen decir la nota que has sacado en el examen?
— Cuando es la nota máxima, sí — dijo la bruja, y mojó la pluma en el tintero —. Pero es opcional, claro... ¿quieres?
— Me da igual — contestó él —. No creo que vaya a ir por ahí enseñando el carné a la gente...
— Oh, bueno — dijo la bruja —, pero si te detienen los de la Brigada de Vigilancia de la Aparición, puedes ahorrarte una multa si comprueban que aprobaste con la nota máxima... Aunque con un nombre como el tuyo — le guiñó el ojo de nuevo —, no creo que vayas a necesitarlo. Por cierto, ¿quieres que ponga "Harry Potter", "Harry James Potter" o "El Elegido"?...
Los ojos de Harry se desorbitaron de horror, pero Hermione intervino rápidamente, conteniendo a duras penas una sonrisa. — Limítese a poner su nombre real, por favor — dijo.
La bruja la miró con el ceño fruncido, y bajó la vista de nuevo hacia el pergamino. — Harry... James... Potter — pronunció lentamente mientras escribía.
— Perdone — dijo Harry al cabo de unos segundos —, pero... ¿Por qué iba a multarme la Brigada de Vigilancia de la Aparición? Quiero decir, si ya tengo el carné...
La bruja sonrió, burlona, y chasqueó la lengua.
— Vaya... De modo que tú también te has presentado al examen sin leerte el Código de la Aparición — dijo —. Bueno, verás: pueden multarte si te escindes o te Apareces dentro de un objeto sólido y la Brigada de Reversión de Accidentes Mágicos comprueba que estabas bajo la influencia del alcohol... También pueden multarte si intentas Aparecerte en un lugar protegido expresamente contra la Aparición, como Hogwarts, por ejemplo... La Aparición En Paralelo es ilegal excepto en casos de peligro extremo, y sólo se permite practicarla con menores de edad, impedidos, ancianos o enfermos.
— ¿Y si una persona no tiene el carné? — preguntó Hermione, evidentemente pensando en Ron. Harry bajó la mirada, intentando no ruborizarse al pensar que ya había infringido el Código tres veces antes incluso de tener el carné.
La bruja se encogió de hombros. — Según el Código, no se puede practicar la Aparición En Paralelo con mayores de edad en perfecto estado de salud, ni siquiera en casos de riesgo grave. Pero — añadió con su sonrisa pizpireta —, es un atenuante. Y la mayoría de la gente prefiere pagar la multa a dejar a una persona incapaz de huir del peligro, de modo que no se ha reformado el Código porque ese artículo supone una enorme fuente de ingresos para el Ministerio. Creo que luego destinan las ganancias a financiar la Sanación Pública...
Hermione parecía indignada. — ¿Y desde cuándo se utiliza una ley injusta como si fuera un impuesto indirecto? ¿Y cómo pueden destinar los impuestos indirectos para financiar la Sanación Pública? ¡Este sistema apesta!
La bruja pareció sorprenderse.
— ¿Impuesto indirecto? — preguntó —. ¿Qué es eso? ¿Un término muggle?
— Sí, exactamente eso — respondió Hermione —. Tanto que reniegan de ellos, y acaban haciendo exactamente lo mismo...
— Querida, yo no reniego de los muggles — dijo la bruja recuperando su eterna sonrisa y tendiéndole a Harry su nuevo carné.
— Bien... Gracias — dijo Harry, cogiendo sonriente el pequeño trozo de pergamino que le daba derecho a Aparecerse y leyéndolo detenidamente. De pronto recordó algo que hizo que la sonrisa resbalase de su rostro como un pastel derritiéndose al sol —. Hermione... — dijo con voz tétrica.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? — preguntó la bruja, cogiendo el carné de manos de Harry —. ¿Está mal? ¿Hay algún error?
— No... Pero Hermione — dijo Harry —, Ron se va a subir por las paredes cuando se entere de que me he sacado el carné sin él... ¡Me estaba esperando para examinarse conmigo!
— Bueno — respondió Hermione, quitándole importancia —, si hubiera aprobado a la primera, habría tenido el carné él antes que tú, ¿no?... Siempre puede venir a examinarse después de la boda de Bill y Fleur.
— Sí... — dijo Harry, pero no podía evitar sentirse culpable por haberse olvidado de su promesa de examinarse con Ron cuando cumpliera los diecisiete. De pronto, se le ocurrió una cosa. Miró a la bruja y se esforzó por sonreír lo más ampliamente que pudo —. Perdone... ¿Usted podría hacerme un favor?
— ¡Pero, por supuesto, querido...! — exclamó la bruja ansiosamente —. ¿Qué quieres que...?
— La semana que viene igual viene a examinarse un chico, mi mejor amigo... ¿Podría...?
— ¿Que si puedo recomendarle? — preguntó la bruja haciendo una mueca —. No puedo hacer eso... Aunque quizás podría hablarle al examinador de él, y decirle que es tu mejor amigo... Él también es un admirador tuyo, como todo el mundo, claro. ¿Quién es?
— Bueno... es un chico alto, pelirrojo... Se llama Ron Weasley.
— ¿Ron Weasley? — exclamó la bruja, y soltó una risita —. ¡Pero, querido...! Ron Weasley consiguió su carné de Aparición hace dos días... Yo misma se lo entregué.
— No me lo puedo creer — seguía diciendo Hermione un buen rato después, en la cocina de Grimmauld Place, mientras preparaba té para ella, para Harry y para Lupin, que estaba en la casa esperándolos cuando volvieron —. Ron ha ido él sólo a examinarse, sin decírnoslo...
— A lo mejor no nos lo dijo por si acaso suspendía, Hermione — dijo Harry razonablemente, aunque sentía un ligero pinchazo de decepción: Ron se había examinado justo el día antes de que él, Harry, cumpliese diecisiete años... ¿No había podido esperar un día para examinarse los dos juntos?
— Sí, vale — admitió Hermione —. Pero entonces, ¿por qué no nos lo contó cuando aprobó? Ya hace dos días... No se puede decir que no haya tenido tiempo, ¿verdad?
— Supongo — dijo Harry —, que no nos lo ha dicho precisamente porque no se ha examinado conmigo. Verás, habíamos quedado en examinarnos juntos... A lo mejor él pensaba que suspendería, y por eso se presentó justo antes de mi cumpleaños. Y claro, cuando aprobó no quiso decírmelo por si me enfadaba por no haber esperado a que yo fuese mayor de edad...
— Ya — dijo Hermione con una expresión inexcrutable mientras servía el té.
— Bueno — intervino Lupin —, no puedes enfadarte, ¿verdad? Al fin y al cabo, tú también te has presentado sin decírselo a él...
— No, supongo que no — respondió Harry. Pero no pudo evitar sentirse extrañamente desinflado. Sin embargo, decidió achacarlo al alivio por haber conseguido aprobar el examen de Aparición.
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
La idea de Hermione de preguntar a los miembros de la Orden del Fénix por Voldemort y por R.A.B. no obtuvo ningún resultado, como Harry había esperado. Tampoco podían interrogarles de una forma demasiado evidente, porque no quería tener que darles muchas explicaciones, pero, por lo poco que extrajeron de las charlas aparentemente insustanciales que mantuvieron con los pocos miembros que se dignaron a aparecer por Grimmauld Place (lo que obligó a Harry a salir a la puerta unas cuantas veces a decirles dónde estaba la sede de la Orden), parecía ser que la Orden no tenía ni idea de dónde estaba el escondite de Voldemort, y que en su vida habían oído hablar de alguien cuyas iniciales fueran "R.A.B.". Tampoco sabían absolutamente nada sobre el pasado de su enemigo: de hecho, muchos de ellos ni siquiera eran conscientes de que Voldemort y Tom Ryddle eran la misma persona.
Harry aceptó aquel pequeño revés con sentimientos enfrentados: por un lado, se sentía frustrado al ver que no avanzaba nada en su lucha contra Voldemort; pero por el otro, no podía evitar sentirse orgulloso al comprobar que Dumbledore había confiado en él mucho más que en el resto de la Orden. Pese a que sabía que su antiguo director lo había hecho porque él era el único que podía enfrentarse con éxito a Voldemort, Harry sentía una sensación cálida y agradable al ver que, después de tantos años de haberle mantenido al margen, Dumbledore le había contado a él, y únicamente a él, todo lo que sabía del pasado de Lord Voldemort.
Aquella semana Hermione y él intentaron por todos los medios avanzar aunque sólo fuera un poco en su investigación. Sin embargo, para el día que fueron a La Madriguera, la víspera de la boda de Bill y Fleur, seguían exactamente igual que al principio de verano: lo único que habían conseguido, decía Hermione en tono optimista, era descartar a la Orden como fuente de información.
— Por lo menos ya sabemos que no es necesario que les preguntemos — dijo animadamente —. Así, cuando volvamos a Hogwarts no perderemos el tiempo intentando ponernos en contacto con ellos.
El ambiente en La Madriguera era una auténtica locura; la señora Weasley corría por todos lados, con aspecto agobiado, limpiando la casa, ayudando a sus hijos a decorarla, supervisando a los cocineros que había contratado para que preparasen el banquete de boda (no había querido hacerlo ella misma para evitarse el agobio, pero Harry pensó que habría sido mejor que cocinase ella misma; así no habría tenido que pasar a cada momento por la cocina para darles instrucciones y corregir lo que, a su juicio, eran errores de principiante). Cuando llegaron Hermione y él, se limitó a darles un apresurado beso de bienvenida y corrió hacia donde Ginny se esmeraba en colgar una guirnalda de flores para explicarle cómo se hacía en realidad.
Harry miró hacia donde se dirigía la señora Weasley, inseguro. Ginny se había quedado quieta, con la guirnalda en la mano, mirando en dirección a él. Le dirigió un leve saludo con la cabeza; Harry tragó saliva y la saludó con la mano.
Hermione lo miraba con los ojos entrecerrados. Apretó los labios y se agachó para coger su baúl.
— Vamos arriba, Harry — dijo secamente —. Será mejor que quitemos esto de en medio para que no estorbe demasiado.
Y, sin detenerse a comprobar que Harry la seguía, enfiló hacia la puerta de la casa y atravesó el umbral.
Harry lanzó una breve mirada hacia el árbol en el que la señora Weasley intentaba ayudar a Ginny a colgar la guirnalda. Ella seguía quieta, con un extremo de la ristra de flores en la mano, mirándolo. Cuando vio que Harry la miraba, sonrió brevemente. Sintiéndose más infeliz de lo que se había sentido en semanas, Harry agarró el asa de su baúl, dio media vuelta y entró en la casa.
Estuvo a punto de chocar contra un hombre alto y fornido que salía en esos momentos; el rostro ancho y lleno de pecas bajo el revuelto cabello pelirrojo le dirigió una sonrisa bonachona y alargó una mano curtida, para estrechar la de Harry y ayudarle a no perder el equilibrio.
— ¡Harry! — exclamó —. Me alegro de verte. Hacía mucho tiempo...
— ¿Qué hay, Charlie? — preguntó Harry, sonriendo a su vez. Charlie Weasley, el cuidador de dragones, no había cambiado en absoluto desde la última vez que lo vio, hacía casi tres años; sin embargo, Harry ya no tenía que levantar la cabeza para mirarlo.
— Has crecido — dijo Charlie, estudiándolo con una amplia sonrisa, como si hubiera leído su mente —. Supongo que ahora tendrás que espantar a las chicas como si fueran moscas...
— Teniendo en cuenta quién es la última chica a la que Harry ha espantado — dijo una voz desde las escaleras —, yo no bromearía con eso, Charlie.
Harry dio media vuelta; bajando del piso superior, y con unas expresiones de seriedad que no les había visto nunca, estaban los gemelos, Fred y George Weasley. Ambos lo miraban con el ceño fruncido y los labios apretados; en sus rostros no se veía ni pizca de la simpatía que siempre le habían profesado. Harry cerró los ojos y maldijo para sus adentros; tenía que haber imaginado que pasaría algo así.
Fred y George llegaron abajo y se acercaron a él, mientras Charlie los observaba sorprendido.
— ¿De qué estáis hablando, chicos? — preguntó, vacilante, al comprobar que Harry abría los ojos y miraba directamente a los gemelos.
— Quiero decir — dijo Fred — que este... este...
— Imbécil — contribuyó George.
— ...se estuvo divirtiendo con nuestra hermana un par de meses durante el curso pasado — continuó Fred —, y decidió "espantarla", como tú has dicho, justo el día que volvían a casa a pasar el verano.
Charlie no dijo nada; Harry, sin embargo, levantó la cabeza y miró fijamente a los ojos de Fred.
— Sí — admitió —. Estuve saliendo con Ginny. Y sí, la dejé el último día del curso.
Charlie soltó una exclamación de incredulidad; el ceño de Fred se hizo más pronunciado todavía.
— Hay que tener muchas agallas para venir aquí después de lo que le has hecho — dijo George.
— O ser muy estúpido — añadió Fred.
— No sabes cuánto — suspiró Harry, aceptando lo inevitable. Si Fred y George querían demostrarle lo mucho que querían a su hermana, bien, él no se lo iba a impedir. Al fin y al cabo, él también hacía aquello, y estaba dispuesto a aguantar lo que fuera, porque la quería.
— Tenías que haber sabido que, después de ver a Ginny durante un mes vagar por los pasillos como si fuera el fantasma del ático, nos aseguraríamos de que salieras de aquí un poco más guapo de lo que has llegado —. Fred se arremangó la túnica, como si tuviera intención de darle a Harry una paliza al más puro estilo muggle.
— Sí — asintió George, haciendo el mismo gesto —. Vas a estar casi tan guapo como el novio.
Harry sonrió con desgana, recordando el rostro desfigurado y lleno de cicatrices que tenía Bill la última vez que lo vio. Suspiró. Se sentía tan infeliz que en ese momento pensó que incluso soportar el dolor de una buena paliza sería preferible.
Permaneció inmóvil cuando Fred y George se acercaron aún más a él, con unas expresiones tan amenazadoras que tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para no salir corriendo.
— ¿Qué estáis haciendo?
Los cuatro miraron hacia la puerta. Una figura acababa de entrar en el diminuto vestíbulo de la casa de los Weasley. Harry contuvo el aliento.
Una joven alta y delgada los miraba con los ojos entrecerrados. Su largo cabello pelirrojo brillaba como un hierro al rojo vivo, y Harry supo que esa imagen se le quedaría grabada en la retina de la misma manera. Los ojos castaños relucían peligrosamente, e incluso en medio de su aturdimiento, Harry no pudo evitar sonreír al comprobar que los tres hermanos Weasley, mucho más altos y grandes que ella, retrocedían perceptiblemente.
Ginny Weasley los miró de uno en uno, y después dejó que su mirada descansase en Harry.
— ¿Qué estáis haciendo? — repitió en un tono engañosamente suave.
— Nada, Ginny — se apresuró a decir George, sonriendo ampliamente.
— Sólo queríamos decirle a este idiota — Fred señaló a Harry con la cabeza — que no vuelva a acercarse a ti...
Los ojos de Ginny relampaguearon de furia.
— Ya os dije una vez que no os metiérais en mi vida — dijo en un susurro furibundo —. Lo que haya pasado entre Harry y yo es cosa mía. Y suya. A vosotros no os incumbe en absoluto.
— Pero, Ginny...
— ¡Ni pero ni nada! — gritó ella, y su melena roja bailó de un modo que a Harry le hizo temblar las rodillas —. ¡Dejadlo en paz!
Y subió como una exhalación por las escaleras hasta perderse de vista.
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
Fred, George y Charlie se miraron elocuentemente. Harry, por el contrario, permaneció inmóvil, mirando hacia el lugar de las escaleras donde había visto desaparecer el tobillo de Ginny.
— Deja de mirarla — le advirtió Fred, amenazador, al cabo de un segundo.
— Tiene razón, ¿sabéis? — dijo otra voz, esta vez proveniente de la puerta que había a espaldas de Harry. Girando el cuello, éste comprobó que Ron Weasley salía en esos momentos de la cocina. Vaciló, sin saber si Ron había dicho aquello refiriéndose a Ginny o a Fred. Ron avanzó un par de pasos y se colocó delante de Harry, como si quisiera protegerlo de sus propios hermanos. Él sintió que el agradecimiento le inundaba el alma.
— Ron — dijo George, aunque Harry notó que su tono vacilaba —. Este... imbécil, se ha aprovechado de Ginny, y después la ha dejado tirada. Tú mismo has visto estos últimos días cómo está...
— Sí — admitió Ron —. Pero también sé por qué la ha dejado Harry. Y os puedo asegurar que no pretendía hacerla daño. De cualquier forma — subió el tono al ver que Fred tenía intención de interrumpirle —, como ha dicho Ginny, eso es algo entre Harry y ella. Y no veo que Ginny haya intentado pegarle en cuanto ha aparecido por la casa... Así que dejad que sean ellos los que arreglen esto.
Fred soltó un bufido; George, por el contrario, hizo un gesto obsceno con la mano.
— Veremos si pueden arreglarlo cuando le dejemos incapaz de acercarse a otra chica en toda su vida...
— Chicos — intervino Charlie en tono tranquilo, pero con la autoridad que le confería ser el hermano mayor de los otros tres —. Yo creo que tanto Ron como Ginny tienen razón; esto es algo entre Harry y ella. Harry es amigo vuestro, ¿no?... Pues dejad que sea ella la que decida si quiere ser amiga suya. A vosotros no os tiene por qué influir...
— ¡Es nuestra hermana! — exclamó Fred, furioso.
— Sí — dijo Charlie —. Y os ha pedido que le dejéis en paz.
— ¡Pero bueno! — dijo Ron, y Harry comprobó que se le habían puesto rojas las orejas, algo que nunca había presagiado nada bueno —. ¿Acaso os habéis olvidado de que Harry es uno de los nuestros? ¿Ya no os acordáis de todo lo que ha hecho por nosotros? ¡Si no fuera por él, no tendríais vuestra tienda! ¡Me salvó la vida el año pasado! ¡Le salvó la vida a papá hace dos años! ¡Incluso le salvó la vida a Ginny hace cuatro!
— Pues ahora parece como si ella no estuviera muy agradecida por eso — gruñó George.
— Escucha, idiota — dijo Ron agresivamente, dando un paso en dirección a George —. Si Harry ha dejado a Ginny ha sido para que Quien—Tú—Sabes no vaya detrás de ella otra vez, ¿lo entiendes? Cuando la llevó a la Cámara fue para atraer a Harry, y él no quiere que vuelva a pasar algo así. Si alguien está pasándolo mal por toda esta historia, te aseguro que ese es Harry. Así que deja de hacer el tonto.
Harry desvió la mirada y la clavó en el reloj de pared que se veía a través de la puerta entreabierta de la cocina, mortificado. Todas las manecillas seguían apuntando a "Peligro Mortal". Sabía por qué Ron había tenido que decirles aquello a sus hermanos, pero eso no lo hacía más llevadero. Casi prefería ver sus rostros enojados, o incluso llevarse un buen puñetazo, antes que tener que soportar sus expresiones de conmiseración y lástima. Porque Fred, George y Charlie habían vuelto la cabeza hacia él, con los rostros llenos de sorpresa y arrepentimiento.
Musitó una excusa cualquiera y se zafó de ellos, arrastrando su baúl escaleras arriba hasta la habitación de Ron. Se sentó en la cama y suspiró profundamente.
Ya había sido suficientemente traumático tener que volver a ver a Ginny, sabiendo que iba a compartir casa con ella durante algunos días (los menos posibles, si estaba en su mano), pero enfrentarse con Fred y George, con los que siempre se había llevado tan bien... Pese a que sabía que hacían todo aquello por su hermana, la escena había sido desagradable, y no estaba de humor para soportar muchas más como aquella. Si por él fuera, se quedaría encerrado en la habitación de Ron todo el tiempo que permaneciese en casa de los Weasley. Pero no se engañaba a sí mismo: tendría que salir a cenar aquella noche, y tendría que asistir a la boda al día siguiente...
En ese momento, Ron entró en la habitación. Lo miró un instante, y fue a sentarse a su lado sobre la colcha de color naranja. Ambos permanecieron en silencio durante lo que parecieron horas.
— Siento lo de esos idiotas — dijo Ron al fin. Harry hizo un gesto evasivo con la mano —. No, en serio — insistió Ron —. No tenían ningún derecho a echarte nada en cara. Ya has oído a Ginny...
Se detuvo abruptamente al ver la expresión del rostro de Harry, y no dijo nada más, algo por lo que Harry se sintió agradecido. No se sentía con ánimos para volver a hablar otra vez de lo mismo. Ron pareció comprenderlo, porque le dio una palmada en el hombro, se levantó y dijo: — Tómate tu tiempo para deshacer el equipaje, tío. Lo de abajo es una locura, nadie te echará de menos hasta la cena.
Y volvió a salir de la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de sí.
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Ginny tiene carácter y Ron no parece una alfombra ante sus hermanos!!! No me lo puedo creer : party:
Dejaré un poco de tiempo:plstmeet: para que el resto se lo lea antes de pedir el siguiente
Dejaré un poco de tiempo:plstmeet: para que el resto se lo lea antes de pedir el siguiente
Primer capítulo del fic de Harry Potter
Leído el primer capítulo. La verdad, no sé si debería seguir, porque me estoy enterando de cosas que no debería. No he leído los libros y el texto está lleno de minas. Eso sí, puedo comentar que me ha gustado mucho cómo está escrito. En tu primera 'novela' ya se te veía madera de escritora, Ni. No me extraña que algunos desaprensivos lo usaran para ganar dinero a tu costa, porque al menos este primer capítulo es bueno.
Un saludo
PD: No obstante, el comportamiento de la tía de Harry Potter me choca mucho después de haberla visto en cinco películas. Vamos, que esperaba el mismo desastre habitual que servía de arranque en cada novela.
Un saludo
PD: No obstante, el comportamiento de la tía de Harry Potter me choca mucho después de haberla visto en cinco películas. Vamos, que esperaba el mismo desastre habitual que servía de arranque en cada novela.
Anotado en pendientes
Contando con que me faltan por leer el 6º y el 7º, voy a enterarme de algo o es mejor que me lea ya los libros antes de que me deis un collejón?
Bueno me he puesto con el primero, pero ya he visto que es largo y en horas de curro no se debe... Ya informare si avanzo... por cierto, Me gusta como pinta !
Bechetes
Bueno me he puesto con el primero, pero ya he visto que es largo y en horas de curro no se debe... Ya informare si avanzo... por cierto, Me gusta como pinta !
Bechetes
Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Bueno, Mya, si no te has leído el 6º lo más probable es que te spoilees todo el libro, básicamente pero enterarte... supongo que te enterarás, porque está relativamente explicado todo lo que sucede en el 6º(al menos, todo lo relevante ).
Eso sí, largo es... es tan largo como el 5º "oficial"
Syrio, asias!!!
Eso sí, largo es... es tan largo como el 5º "oficial"
Syrio, asias!!!
Ninotchka- Cantidad de envíos : 98
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Teniendo en cuenta que mi aprendiz no sabe nada de los horcruxes ( ¡¡ Cómo se puede vivir sin saber que es un horcrux!!) ...le he dicho que mejor espere a ver la sexta pelí antes de seguir si no quiere spoilers como pianos ...pero luego le he recomendado fervientemente que se salte el 7 de la JKR y siga con este .
PS: Aún así tengo que decir que está mejorando mucho sus conocimientos de , ya hace unos "expecto patronums" que niquelaos
PS: Aún así tengo que decir que está mejorando mucho sus conocimientos de , ya hace unos "expecto patronums" que niquelaos
Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Para hacer las delicias del respetable...smileys4
: HP:
Luego añado otros cuantos...
: HP:
Luego añado otros cuantos...
Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Un verdadero "cuadro de costumbres" este cuarto capítulo. El Ministerio, la casa de los Weasley... Supongo que se trata de algo así como "la calma antes de la tormenta". Coincido con Rhayma respecto a los personajes: están mejor definidos y tienen más carácter (profundidad) que los del canon .
¿Y el quinto....?
P.D.: ¡Qué guapos los ceporrillos! .
P.D.: Errrr..... ¿y Ravenclaw?
¿Y el quinto....?
P.D.: ¡Qué guapos los ceporrillos! .
P.D.: Errrr..... ¿y Ravenclaw?
Hara-sensei- Cantidad de envíos : 112
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Localización : En una galaxia muy, muy lejana....
Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Bueno, voy a poner el siguiente porque me voy a Madrid esta tarde y no quiero dejaros hasta el domingo sin capítulo de hecho, creo que voy a poner dos, pa que luego me digáis que no os cuido
Er quinto:
Er quinto:
- Spoiler:
— CAPÍTULO 5 —
La boda
La cena de aquella noche fue menos tensa de lo que Harry esperaba. La señora Weasley parecía haberse relajado un poco después de gritar durante veinte minutos seguidos a Fred y a George por comerse una bandeja entera de canapés preparados para el día siguiente, y apenas habló en toda la cena, sentada al lado de su marido, que hablaba animadamente con Charlie. La señora Weasley parecía demasiado cansada para decir nada más. Fred y George tampoco le dijeron gran cosa, después del enfrentamiento de aquella tarde: se limitaron a lanzarle miradas vacilantes, como deseando que Harry diera alguna muestra de haber olvidado lo ocurrido. Pero Harry estaba cansado, y no tenía ganas de seguir hablando del mismo tema, de modo que los ignoró. Ginny se sentó al lado de Hermione y la acaparó toda la noche con su charla ininterrumpida, sin mirarlo ni una sola vez. Harry agradeció la tregua, y se dedicó a comer y a hablar amistosamente con Bill y Fleur, que se sentaron cerca de él. La hermana pequeña de Fleur, Gabrielle, una niña muy guapa de unos diez u once años, lo miraba fijamente sin apartar los ojos de su rostro, como si no pudiera creer que estuviera allí realmente.
— Ya "vegás" mañana — decía Fleur animadamente —. Lo hemos "pgepagado" todo al detalle. Yo "saldgué" de la casa con los "acogdes" de la "Magcha" Nupcial, y Bill me "estagá" "espegando" en un "altag" que vamos a "impgovisag" allí — señaló un punto del jardín —... Bueno, "impgovisag" no es la "palabga", hemos "encaggado" que nos lo "tgaigan" de la "catedgal" de "Chagtges"...
Harry sonrió, ausente, mientras Fleur continuaba dándole detalles de la ceremonia. Bill, que engullía alegremente un grueso solomillo sangrante, hizo una pausa con el tenedor a medio camino de la boca y le sonrió, guiñándole un ojo. Pese a que el gesto daba más asco y lástima que otra cosa, teniendo en cuenta el lamentable estado que seguía presentando el rostro deforme, antes hermoso, de Bill, Harry le devolvió el guiño.
— Personalmente no tengo muchas ganas de exhibirme delante de tanta gente y durante tanto tiempo — le susurró Bill con una mueca, señalándose el rostro con el tenedor, cuando Fleur se volvió hacia su hermana para obligarla a dejar de mirar fijamente a Harry y a comer algo —. Pero, para qué nos vamos a engañar... Mañana es su día, y no voy a ser yo quien se lo niegue.
— ¿Su día? — preguntó Harry con una sonrisa, imprimiendo toda su fuerza de voluntad en no desviar la mirada del rostro surcado de cicatrices —. Creía que os íbais a casar los dos...
— Cuando estés a punto de casarte, Harry — contestó Bill con otro guiño —, te darás cuenta de que las únicas protagonistas de las bodas son las novias. Nosotros somos algo necesario para que se celebre la ceremonia, y para llevarles la polvera y el pintalabios en el bolsillo... No te engañes, si se hubiera inventado el matrimonio con uno mismo, no se casarían con ninguno de nosotros.
— ¿Qué estás diciendo, "amog"? — preguntó Fleur con el ceño fruncido —. No necesitamos "casagnos" con nadie si no "queguemos"...
— Ya lo sé, cariño — respondió Bill, con una fugaz mirada de diversión hacia Harry —. Pero, si queréis ser las reinas por un día, no tenéis más remedio.
En lugar de enfurruñarse, como Harry esperaba que hiciera, Fleur sonrió ampliamente.
— "Pego" lo bueno que tenemos — dijo alegremente —, es que podemos "elegig" a quién le hacemos el "honog" de "llevagnos" el pintalabios ese día.
Bill enarcó lo que le quedaba de ceja en un gesto burlón, y Harry no pudo evitar soltar una risita. Gabrielle lo imitó, y Harry sonrió en su dirección.
— ¿Y tú, también opinas lo mismo, eh? — dijo Bill a su futura cuñada. Gabrielle esbozó una sonrisa traviesa y no contestó. Bill rió, y se agachó para hacerle cosquillas. Harry suspiró, aliviado por el ambiente distendido que se vivía, al menos en su extremo de la mesa.
Poco después, la señora Weasley dio por terminada la cena y les mandó a todos a la cama. Harry no se hizo de rogar: en apenas cinco segundos estaba en la habitación de Ron, desvistiéndose para ponerse el pijama. Al cabo de otros cinco segundos apareció Ron y cerró la puerta.
— Tengo muchas ganas de que acabe todo esto — dijo, con el ceño fruncido, dirigiéndose hacia su propia cama y dejándose caer sobre ella —. Toda la familia está histérica... Espero que a Charlie no le dé por casarse hasta dentro de por lo menos diez años.
— No creo que tengas esa suerte — respondió Harry, pasándose la chaqueta del pijama por encima de la cabeza —. ¿Cuántos años tiene Charlie, uno menos que Bill?
— Sí — dijo Ron en tono sombrío.
— Pues espera y verás.
Ron dio un suspiro.
— Menos mal que Gabrielle es demasiado joven para él... Si no, me apuesto lo que quieras a que hacían una boda doble. Aunque — se incorporó con una sonrisa —, me da la impresión de que Gabrielle preferiría casarse contigo a hacerlo con Charlie... Tendrías que haber visto la cara de Ginny cuando...
Se detuvo abruptamente, azorado, y se levantó a toda prisa para buscar su pijama y ponérselo. Harry no hizo ningún comentario. Empezaba a estar un poco cansado de hablar, o no hablar en este caso, del mismo tema.
Se metió en la cama, y deseó con todas sus fuerzas quedarse dormido en seguida.
La música comenzó a atronar en el abarrotado jardín de los Weasley. Harry, sentado junto a Ron y Hermione, miró hacia la puerta de la casa, como el resto de los que ocupaban el jardín. Bill y la señora Weasley, ambos vestidos con túnicas de gala y situados junto a un espléndido altar de madera labrada, miraron también.
De La Madriguera salieron dos figuras enfundadas en sendas túnicas de color dorado, una de ellas con el largo cabello a juego con la vestimenta, la otra con una llameante melena pelirroja: Gabrielle y Ginny. Aturdido ante la imagen, Harry apenas pudo sonreír al comprobar que Fleur se había salido con la suya en cuanto a las damas de honor. Y, además, había tenido razón: Gabrielle estaba realmente preciosa con esa túnica dorada. Y Ginny... bueno, Ginny estaba indescriptible.
Detrás de ellas salió una visión que a Harry le dejó con la boca abierta; a su lado, Ron dio un respingo ahogado, y Hermione soltó un bufido. Una mujer de unos veinte años, alta, esbelta, de reluciente cabello dorado y plateado y brillantes y rasgados ojos azules, avanzó entre los invitados, detrás de Gabrielle y Ginny. Vestía una vaporosa túnica de gasa blanca como la nieve, y una diadema de plata y diamantes adornaba sus lisos cabellos. Era tan hermosa que entre los invitados surgió un suspiro colectivo. Fleur, sin embargo, no parecía tener ojos más que para Bill, que la esperaba con una expresión de orgullo mezclado con ternura en su desfigurado rostro.
La boda no resultó tan convencional como Harry esperaba, viendo el altar, los invitados y las damas de honor. En realidad, Bill y Fleur se limitaron a jurarse fidelidad y amor el uno al otro. Harry pensó que se podrían haber ahorrado tanta parafernalia para una ceremonia tan breve, pero, igual que el entierro de Dumbledore había sido el primero al que asistía, la boda de Bill y Fleur también era la primera para él, de modo que no sabía si todas las bodas eran así o aquella había sido distinta de las demás.
Una vez terminada la breve ceremonia, alguien conjuró de la nada al menos veinte mesas, cada una de ellas rodeada de una decena de sillas, y ya cubiertas por finos anteles de hilo blanco. En cuanto se posaron en el suelo, aparecieron sobre ellas los platos, las copas, los cubiertos, las servilletas y unos elaborados centros de flores de color dorado, a juego con las damas de honor y con el cabello de la novia (Harry supuso que Fleur habría pasado horas y horas buscando las flores apropiadas y comparándolas con la tela de los vestidos). Libres de la supuesta solemnidad de la ceremonia, a Harry le dio la impresión de que todos los invitados habían comenzado a hablar a la vez, y las conversaciones se mezclaron en un galimatías sin sentido. Aturdido, buscó su mesa y, después de esquivar a todos los invitados, se sentó en una silla un poco apartado del resto. Al volver la cabeza, vio que Hermione tomaba asiento a su lado.
— Puf, qué de gente — dijo animadamente, cogiendo una servilleta para abanicarse con ella —. ¿Qué te ha parecido?
— ¿El qué? — preguntó Harry, despistado, buscando con la mirada entre la gente. Hermione soltó otro bufido.
— La boda, claro... — dijo ella —. A mí me ha gustado, ya sabes, las ceremonias breves siempre son mejores que las largas... Fleur va un poco ostentosa para mi gusto, pero la túnica de la madre de Ron es preciosa... Y Ginny y la hermana de Fleur están muy guapas... Aunque lo que me ha sorprendido es que Lupin haya venido con una túnica nueva, no sabía que tuviera dinero para comprársela, a lo mejor ha conseguido un trabajo y no nos hemos enterado...
— Ah... sí, claro — dijo Harry, ausente.
— Y los centros de flores de las mesas son demasiado cursis — continuó Hermione animadamente —. Pero claro, tenían que hacer juego con la novia, ¿no?... Aunque yo habría preferido margaritas, o girasoles...
— Sí, tienes razón — respondió Harry.
Hermione frunció el ceño. — Aunque lo peor de todo, sin duda — dijo en el mismo tono —, es el mejor amigo del hermano del novio... Se ve que no han podido librarse de él, y han tenido que soportar su presencia en la boda, pero claro, siempre tiene que haber algún gorrón, y como es famoso se cree con derecho a presentarse en todas las fiestas...
— Sí, desde luego — asintió Harry sin hacerle ni caso.
Hermione alargó la mano, le cogió de la mandíbula y le obligó a volver la vista hacia ella. Estudió su rostro con una mirada escrutadora —. ¿Qué te pasa, Harry? — preguntó.
— ¿Cómo? — preguntó Harry, enfocando la mirada. Había estado un buen rato con la mente en blanco, y no le hacía ninguna gracia volver al mundo real.
— Harry — dijo Hermione, y le soltó el mentón —, Ya sabes que respeto la decisión que tomaste, y que no he insistido en ningún momento en que lo reconsiderases ni nada por el estilo. Pero si vas a estar así toda la vida...
Harry soltó un gruñido, pero no contestó.
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
— Escúchame — insistió Hermione —. Puede ser que, en cierto modo, crea que lo que hiciste es lo que tenías que hacer. Pero ese estado de ánimo no te va a hacer ningún favor, ¿sabes? Se suponía que tenías que quitarte de la cabeza todo lo que no fuera destruir a Voldemort, y, sin embargo, ahora mismo tienes en mente cualquier cosa excepto los Horcruxes...
Harry frunció el ceño, y Hermione chasqueó la lengua.
— Está bien — dijo, hastiada —. Haz lo que quieras. Pero, visto lo visto, me pregunto si merece la pena que lo estés pasando tan mal.
En ese momento Ron se dejó caer en el asiento que había a su lado, y Harry se evitó tener que contestar, e incluso tener que pensar en lo que Hermione le había dicho.
— Fred y George me han pedido que les guarde un sitio en esta mesa — dijo, mirando fijamente a Harry.
— Oh — contestó éste, alicaído. Para ser sincero consigo mismo, nunca había esperado que la boda de Bill y Fleur fuera especialmente divertida, pero tampoco había pensado que lo iba a pasar tan mal.
— Después de la bronca que Ginny les ha echado esta mañana, me extraña que no hayan ido directamente a hablar contigo — continuó Ron, cogiendo una copa al azar y llenándola de agua —. Hace calor, ¿verdad?...
— ¿Esta mañana? — preguntó Hermione, curiosa —. ¿Esta mañana también?
— ¿Cómo que también? — exclamó Harry, mareado.
— Sí — contestó Ron, bebiéndose la copa de un trago —. Bueno, en realidad creo que lleva todo el verano. No sé qué las das, tío — sonrió, aunque era evidente que su sonrisa era forzada —. La dejas tirada, y encima se pasa meses defendiéndote.
Harry prefirió no contestar, y segundos después se alegró de no haberlo hecho, porque, efectivamente, Fred y George se acercaron y se sentaron frente a él.
— Hola — dijo George, mirando a Harry directamente.
— Hola...
— Oye, Harry — dijo Fred, inclinándose hacia delante y bajando el tono mientras un grupo de brujas de unos cincuenta años pasaban a su lado, observándolos con curiosidad —. Mira, hemos estado hablando, y...
— No hace falta — le interrumpió Harry, y se sorprendió al comprender que lo decía en serio: no necesitaba que nadie le pidiera disculpas por eso, cuando él mismo consideraba que merecía por lo menos un par de malas caras —. Olvidadlo, ¿de acuerdo?
Fred y George lo miraron, y los dos a la vez, como en una coreografía ensayada, se encogieron de hombros.
— Vale — dijo Fred, cogiendo una botella de vino y sirviéndose una copa. George sacó la varita y, con un leve movimiento de muñeca, sirvió vino en todas las copas que había encima de la mesa.
— ¡Eh, que tengo agu...! — exclamó Ron, pero demasiado tarde: la botella de tinto ya había escanciado un chorro de líquido púrpura en su copa, dejando un tenue remolino de color rosáceo en la copa llena de agua. Ron frunció el ceño.
— Míralo por el lado bueno — dijo Fred, levantando la copa para brindar silenciosamente —. Seguro que Trelawney te diría que es el mejor método para adivinar tu futuro...
— No hace falta: seguro que su futuro incluye alguna referencia a mi inminente y dolorosísima muerte — comentó Harry, levantando también su copa.
— En realidad — respondió Ron, escudriñando el interior de su copa, que lentamente se iba tiñendo de un rojo desvaído —, mi futuro es, sin lugar a dudas, cometer un fratricidio. Bueno, dos.
— Mucho tienes que crecer, hermanito — dijo George, bebiendo un largo sorbo de vino.
— ¿Qué tal la tienda? — preguntó Harry, contento de poder hablar de algo que no tuviera que ver ni con Ginny ni con los Horcruxes de Voldemort —. Bien, ¿no?
— Más que bien — contestó Fred, dejando la copa encima de la mesa —. ¿Te acuerdas de nuestra línea de productos de Defensa Contra las Artes Oscuras?
— Sí, claro — dijo Harry —. Los Sombreros Escudo, los Guantes Escudo...
— Bueno, el Ministerio nos encargó hace algunos meses una partida de uniformes escudo para sus aurores — dijo George —, de modo que firmamos un contrato con Madam Malkin para desarrollarlos, al 50%, por supuesto, y ya hemos vendido más de quinientos... Ahora el Ministerio nos ha pedido otros mil, para uniformar a todos sus funcionarios, así que calcula, si los vendemos a precio de fábrica, es decir, diez galeones por túnica, cinco se los queda Madam Malkin y otros cinco nosotros, así que por el momento hemos ganado casi tres mil galeones y tenemos previsto ganar otros cinco mil de aquí al otoño...
— ...así que pronto vamos a poder devolverte tu inversión y aún así seguiremos teniendo un remanente que nos permitirá seguir invirtiendo en nuevos productos — finalizó Fred con una sonrisa satisfecha.
— No os preocupéis por eso — dijo Harry —, no necesito ese dinero. Bueno, y aparte del encargo del Ministerio, ¿tenéis algún producto nuevo?
— Montones — sonrió George —. Hay uno que te encantaría, es una snitch falsa que muerde.
— ¿Y para qué demonios iba a querer una snitch que muerde? — preguntó Ron.
— Bueno — dijo George, encogiéndose de hombros —, el próximo partido contra Slytherin que juegues, Harry, puedes intentar una variante del Amago de Wronsky y soltar la snitch falsa delante del buscador de Slytherin, y entonces verás para qué sirve.
— Sí — asintió Fred —. Además, incluye una extra para que nadie, ni siquiera la señora Pomfrey, sea capaz de hacer crecer de nuevo los dedos que la snitch se ha comido...
— ¡Eso es una barbaridad! — exclamó Hermione, escandalizada.
— No te preocupes, Hermione — dijo George en tono razonable —. Si acude a nuestra tienda, por un módico precio podemos venderle un antídoto crecededos. Bueno, crece dedos o lo que sea.
— ¡Por un módico...!
— Qué pena que Malfoy ya no sea el buscador de Slytherin — continuó Fred en tono soñador —. Con lo bien que le vendría perder un par de dedos de la mano derecha...
El banquete, al contrario que la ceremonia, sí fue largo: tal vez demasiado para su gusto. Cuando empezaron con el postre, el sol estaba a punto de ocultarse tras las colinas que ocultaban el pueblo, y las sombras de los árboles y de la casa, inexistentes cuando se habían sentado a la mesa, se habían hecho ridículamente largas. Harry había bebido demasiado vino sin estar acostumbrado; tenía la cabeza pesada, y se sentía como si tuviera el cráneo relleno de algodón. Cuando el cielo se tornó de un oscuro color azul tinta, se levantó de la mesa, murmurando una excusa cualquiera, y se dirigió hacia los setos que cerraban el jardin, deseoso de alejarse un rato de todo el barullo del banquete. Rodeó un espeso matorral y siguió caminando, mientras los sonidos de la fiesta se amortiguaban extrañamente.
Las estrellas aparecieron de una en una en el cielo, que unos minutos después se volvió completamente negro. Una brisa imperceptible hacía susurrar las hojas de los árboles, envueltos en el impenetrable silencio, en el que no se oía ningún ruido proveniente de la multitud congregada pocos metros más allá. Y Harry miraba hacia el cielo, sin pensar en nada. O, al menos, intentando no pensar en nada.
Al cabo de un rato, oyó voces acercándose en dirección a él desde el centro del jardín. Se quedó inmóvil, mirando todavía hacia las frías y distantes estrellas, intentando decidir qué sería mejor: salir de detrás del matorral y dejarse ver, para no volver a escuchar ninguna conversación que no estuviera destinada a sus oídos (recordaba muy bien lo incómodo que se había sentido la última vez), o quedarse sin hacer ruido para que no notasen su presencia.
— ...no acabo de entender por qué ha aceptado, la verdad — decía una de las dos voces. Harry la reconoció al instante como la de Charlie Weasley —. Habría sido mejor no tener a nadie, antes que tenerlo a él.
— Ya te lo he dicho — contestó Lupin. Harry bajó la vista del cielo y la clavó en la oscuridad que había más allá del seto, agudizando el oído —. No había otra persona, y ella considera, y debo decir que estoy de acuerdo, que no podía quitarla del programa. Es la asignatura más importante, al menos en estos tiempos.
Harry abrió mucho los ojos, sorprendido e interesado. Evidentemente, Lupin y Charlie estaban hablando de un nuevo profesor... ¿Pero sería de Defensa Contra las Artes Oscuras, o de Transformaciones? Ambas asignaturas se habían quedado sin profesor, después de la traición de Snape y del nombramiento de McGonagall como directora de Hogwarts. De repente, se le ocurrió una idea inquietante. Al parecer, Charlie había pensado exactamente lo mismo.
— Sólo espero que por lo menos no le nombren también jefe de Gryffindor — dijo.
— Podría serlo — respondió Lupin —. Al fin y al cabo, perteneció a la casa cuando estudió en Hogwarts...
— Preferiría que nombrasen jefe de la casa a Peeves — dijo Charlie en tono de burla —. Probablemente lo haría mejor que él. Y también lo de dar clases.
— Tan malo no será... — Lupin no parecía muy convencido.
— Te aseguro que lo es — dijo Charlie —. Lo poco que lo conocí, me pareció de lo peorcito que te puedas echar a la cara. Me apuesto lo que quieras a que los pocos alumnos que hayan decidido volver a Hogwarts salen huyendo a las dos semanas de curso.
Lupin soltó una carcajada. Harry, por el contrario, estaba empezando a preocuparse de verdad. ¿Quién sería ese nuevo profesor, del que Charlie hablaba tan mal? ¿Y había reamente alguna opción de que se convirtiera en jefe de su casa?
— ¿Por qué no has aceptado volver a ser profesor? — preguntó Charlie.
Hubo una pausa.
— No quería volver a pasar por todo aquello — respondió Lupin al fin —. Dirás que me he portado como un cobarde, pero no creo que pudiera soportar volver a Hogwarts otra vez.
— Pero Minerva te ofreció el puesto de...
— Sí — le interrumpió Lupin —. Y sé que me lo ofreció, en parte, para ayudar a Harry. Pero no creo que él me lo agradeciera si volviese a Hogwarts sólo para vigilarlo como si fuera todavía un niño. Ya es un hombre, y creo que Minerva lo entendió cuando le dije que debía dejarle un poco más de libertad. Ayudarle, sí. Y enseñarle, también.
— Con ese idiota dándole clases, no creo que aprenda mucho — gruñó Charlie.
— Pero — continuó Lupin —, vigilarle, no. Estoy convencido de que Harry ha aceptado volver este año a Hogwarts porque Minerva tomó nota y le dijo que no iba a andar detrás de él como si fuese su hada madrina.
Ambos permanecieron en silencio durante un rato, tanto que Harry se preguntó si no se habrían alejado. Se arriesgó a echar un vistazo por entre las ramas del matorral: efectivamente, Lupin y Charlie se alejaban lentamente, todavía hablando pero en voz tan baja que no podía oírlos.
Harry se quedó allí un rato más, preguntándose de quién hablarían, si ese a quien tanto despreciaban sería el nuevo profesor de Transformaciones o de Defensa Contra las Artes Oscuras, y, en ese último caso, si tendría que pasar seis de sus siete años en el colegio teniendo profesores a cual peor en esa asignatura.
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
Er sexto: (por cierto, un capítulo con el que casi lloro hasta yo sensible que es una )
- Spoiler:
— CAPÍTULO 6 —
La cuna
La señora Weasley les pidió a Harry y a Hermione que se quedasen en La Madriguera lo que quedaba de verano. Sin embargo, Harry deseaba marcharse de allí lo antes posible. Una vez pasada la boda de Bill y Fleur, sentía que el final del verano estaba mucho más cercano, y al haber aceptado volver a Hogwarts no iba a disponer de todo el tiempo y toda la libertad con la que contaba al inicio de las vacaciones para buscar y destruir los Horcruxes. Dentro de sí empezaba a notar un sentimiento de urgencia, algo que lo impulsaba a comenzar cuanto antes la búsqueda de los fragmentos del alma de Voldemort, como si el 1 de septiembre fuese la fecha límite y después ya fuera demasiado tarde.
Y, pese a esa urgencia, aún había algo que sentía que tenía que hacer antes de dedicarse en cuerpo y alma a la destrucción de su mayor enemigo. Antes de buscar un futuro para sí y para el resto de la comunidad mágica y muggle, antes de mirar hacia delante al oscuro camino que le esperaba ante sí, tenía que echar una última mirada hacia el pasado. Había fantasmas que tenía que conjurar antes de intentar destruir al mayor fantasma de su vida: la sombra de Lord Voldemort.
Harry, Ron y Hermione salieron de La Madriguera una soleada mañana de mediados de agosto, con el sonido de las quejas de la señora Weasley todavía resonando en sus oídos, y la imagen del ceño fruncido del señor Weasley y de Lupin impresa en sus retinas. Había sido una escena embarazosa, cuando Harry había dicho que se iba a un lugar que no podía revelarles y Hermione y Ron habían decidido acompañarle. La señora Weasley había intentado convencerles de que no lo hicieran, le había prohibido a Ron que saliese de la casa, incluso había llorado a lágrima viva cuando supo que Harry no sólo no aceptaba su protección sino que iba a "correr alegremente buscando el peligro con los brazos abiertos". A pesar de todo, Harry no les había dicho a dónde llevaba a su hijo menor, y ni siquiera Lupin había podido sacarle la verdad.
En realidad no se trataba de un secreto, como podía ser el asunto de los Horcruxes de Voldemort o la profecía que ataba su destino al de su enemigo; simplemente, Harry no quería que supieran dónde iban porque no deseaba compañía, excepto la de sus dos mejores amigos, allí donde se dirigía.
Se Aparecieron a la sombra de una colina que en otra época del año debía ser de un intenso tono verde esmeralda, pero en esos momentos, a finales de un verano especialmente seco, estaba completamente amarilla. La hierba reseca crujía bajo sus pies cuando se encaminaron hacia el sur por un sendero agrietado por el calor, y el sol caía a plomo sobre ellos.
Ron y Hermione siguieron a Harry camino abajo sin decir ni una palabra. A uno y otro lado, matorrales bajos y árboles de hojas amarillas les flanqueaban el camino, y Harry tuvo la momentánea sensación de encabezar una extraña procesión de alguna religión pagana, cuyos dioses exigieran a sus acólitos silencio absoluto y caminar solemne. Al doblar un recodo del sendero, ante ellos apareció un pequeño valle rodeado de colinas. Al fondo correteaba un riachuelo, que parecía huír entre las piedras, escondiéndose de la abrasadora luz del sol. Encaramado en el flanco de una de las montañas descansaba un pequeño pueblecito, que en la distancia se veía de color rojo terroso.
— El Valle de Godric — susurró Hermione, deteniéndose junto a Harry para contemplar el panorama. Ron se subió encima de una roca caída junto al sendero y escudriñó en la lejanía, con la mano como visera protectora ante la radiante luminosidad.
— En primavera esto tiene que ser precioso — dijo. Harry levantó la mirada hacia él; el sol, al reflejarse en su pelo rojo, se clavaba dolorosamente en su retina.
— Sí — respondió Harry, volviendo la vista hacia el valle —. Supongo que será todo verde...
— Esta hierba se ha secado por el sol — dijo Hermione, agachada a un lado del camino, pasando la mano sobre el suelo.
— No todo tiene que ser por culpa de Quien—Tú—Sabes — dijo Ron en tono burlón, y bajó de un salto de la piedra en la que estaba subido —. Algunas cosas se mueren porque la Naturaleza es así, ¿sabes?
— Todas las cosas se mueren porque la Naturaleza es así, Ron — Hermione se enderezó y miró hacia el valle con los ojos entrecerrados —. De hecho, lo antinatural es no morir nunca, como intenta hacer Voldemort.
— Eso es lo que intentamos corregir, ¿verdad? — dijo suavemente Harry, todavía mirando fijamente hacia el pueblo. Haciendo una mueca, continuó andando.
— Además, Voldemort tiene cosas más importantes que hacer que dedicarse a secar la hierba, ¿sabes? — susurró Hermione en dirección a Ron, que emitió un gruñido indescifrable. Harry sonrió sin dejar de caminar.
Cuando se acercaron lo suficiente pudieron comprobar que, efectivamente, las casas eran de ese extraño color bermejo de la tierra arcillosa, con tejados también rojizos, y las puertas y marcos de las ventanas estaban todas pintadas de un tono amarillo parecido al oro viejo. Ron tenía razón: con el fondo de las montañas, que de ordinario debían ser intensamente verdes, y el azul del cielo y del río, el contraste debía ser espectacular.
El Valle de Godric parecía haberse quedado congelado en un momento de la Historia, sin evolucionar a la vez que el resto del mundo. Apartado de los muggles e incomunicado también del mundo mágico, el pueblecito permanecía anclado en un pasado que hablaba de calles empedradas y callejuelas serpenteantes.
El silencio resultaba opresivo. Sus pasos resonaban fuertemente en las calles desiertas, y el calor del sol, acumulado en las piedras del suelo, se elevaba hacia ellos, quemándoles los pies a través de los zapatos. Parecía un pueblo fantasma, y por un instante Harry incluso llegó a preguntarse si Hermione no habría estado equivocada al asegurar que Voldemort no había pasado por allí hacía poco.
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
Sin embargo, el postigo de una ventana al cerrarse de golpe les demostró que sí había gente viva en aquel lugar.
— Deben quedarse dentro por el calor — dijo Hermione, susurrando, como si el silencio fuese una advertencia para que no levantasen la voz.
Ron la miró, dubitativo. Harry, sin embargo, apenas le dirigió una mirada y siguió caminando por las calles vacías. Calle arriba, una puerta se cerró con suavidad.
— No — respondió al cabo de un rato —. No se han quedado dentro por el calor.
Había llegado a la altura de la puerta que acababa de cerrarse. Sobre la madera pulida y pintada de oro viejo, alguien había clavado un trozo de pergamino.
Harry Potter:
El Valle de Godric te ha echado de menos.
Bienvenido a tu hogar.
— Respeto — musitó Hermione después de leer el escueto mensaje —. Se han quedado dentro por respeto.
— Sí — asintió Harry, sin apartar la mirada del pergamino.
— Por respeto a ti.
"Por respeto a mi dolor", añadió él para sí. Porque era evidente que los habitantes del Valle de Godric, alertados de su presencia, habían decidido respetar esa primera visita de Harry a lo que fue su casa durante su primer año de vida, y el escenario del asesinato de sus padres. Parecía que aquella gente le comprendía mejor de lo que se comprendía a sí mismo.
Volvió la mirada hacia la calle. Ron miraba fijamente hacia un punto situadoal otro extremo de la calle, con la mano sobre los ojos. Sorprendido, Harry buscó con la mirada lo que tanto atraía a Ron.
Al fondo, a unos treinta metros, había una casa. Al menos, había sido una casa; ahora no era más que tres paredes, precariamente levantadas, sin un tejado encima, y apenas se podía reconocer como lo que era.
Harry avanzó hacia ella como un autómata, tropezando con las piedras del suelo, sin fijarse en su Hermione y Ron le seguían o no. Se trataba de una casa que en nada debía diferenciarse de las que la rodeaban. Al acercarse surgieron a su vista las paredes, del mismo color rojo tierra, y que parecían sujetarse gracias a la hiedra que trepaba por ellas. A un lado, una puerta colgaba precariamente de los goznes, y todavía conservaba un rastro de pintura dorada, oscurecida y abrasada por el sol y las inclemencias del clima.
El tiempo había respetado las ruinas de aquella vivienda. Harry hizo un esfuerzo por no imaginarlo, pero aquel montón de escombros no parecía haberse derrumbado a causa de la vejez; más bien daba la impresión de seguir exactamente igual, años después de haber sufrido las consecuencias de un terremoto, o una explosión...
Tragó saliva y entrecerró los ojos, acercándose aún más a la casa. Por el hueco vacío donde antes debía haber una ventana se veían los restos de un tejado, apenas un montón de tejas rojas sobre las vigas partidas. Una cortina hecha jirones revoloteaba bajo la leve y ardiente brisa, enganchada en una de ellas.
Se detuvo, con el ceño fruncido, observando las ruinas con una mirada dura. Instantes después, Ron y Hermione se unieron a él, sin decir una palabra.
— No han hecho nada — dijo con voz tenue. En ese momento odiaba a todos los habitantes de aquel pueblo, a todos los habitantes del mundo entero —. La han dejado así. Tal cual. No han sido capaces siquiera de... de...
— Harry — le interrumpió Hermione. No le miraba a él: tenía los ojos fijos en un punto del suelo, junto a la puerta desencajada.
Allí, cuidadosamente colocado sobre la hierba reseca, había un pequeño ramillete de nomeolvides azules recién cortados.
— Ahora ya sabes por qué la han dejado así — susurró Hermione, mietras Ron posaba una mano sobre el hombro de Harry —. Esto es un santuario.
— No — respondió Harry, y respiró profundamente, recorriendo las ruinas de la casa con la mirada —. Es una tumba.
Dio un paso hacia el hueco de la puerta. Ron le retuvo con la mano, y, al mirarlo, vio que negaba con la cabeza; tenía el gesto serio, casi adusto.
— Harry, no sé si... — empezó Hermione, dubitativa. Pero Harry se sacudió a Ron de un tirón y, con paso decidido, entró en la casa.
La extraña opresión que sentía en el pecho desde que entró en el pueblo, casi desde que lo vio por primera vez a lo lejos, se acentuó hasta hacerse insoportable. La pared de lo que debía ser el recibidor se había desplomado, y se podía ver también parte de otra habitación más grande. Por todos lados había muebles destrozados, y trozos de cristal y cerámica desperdigados por todo el suelo, mezclados con páginas que parecían haber sido arrancadas cruelmente de los libros que yacían absurdamente amontonados junto a las paredes. En un lateral de la sala, un montón de cascotes y maderas astilladas señalaban el lugar donde, tiempo atrás, se erguía una escalera.
Harry se detuvo y, lentamente, se dio la vuelta para volver a mirar hacia el exterior. Ron y Hermione permanecieron inmóviles, mirándolo, mientras él recorría con los ojos el dintel de la puerta. Después de mirar a Ron y a Hermione, giró la cabeza hacia los restos del salón.
— Lily, coge a Harry y vete — musitó.
— ¿Cómo? — preguntó Ron, avanzando para ponerse a su lado.
— Aquí fue — respondió Harry —. Aquí... —. Miró hacia el suelo. En el sitio en el que estaba no había ningún signo, nada, que lo distinguiera del resto de la habitación. Sin embargo, estaba seguro de que tenía razón.
— ¿Aquí qué, Harry? — dijo Hermione en voz baja.
Harry no contestó. Pero, por la expresión del rostro de Hermione, debía haber comprendido lo que Harry estaba diciendo: que allí era donde Voldemort mató a su padre.
El rostro de Ron se crispó un momento, y, lentamente, avanzó por la destrozada habitación. El cristal y la loza crujían bajo sus pies mientras se acercaba a las ruinas de la escalera. La escalera que debió subir Harry, dieciséis años antes, en brazos de Lily.
Harry cerró los ojos y respiró hondo, temblando de pies a cabeza. Aquello dolía mucho más de lo que había esperado. Los muebles destrozados, las cortinas, la alfombra hecha jirones, los libros, todo hablaba de un hogar, de un hogar feliz, de un hogar que le había sido arrebatado injusta y prematuramente. Se mordió el labio, intentando controlarse.
En ese momento, Ron, que había llegado ya hasta la escalera caída, pisó algo que emitió un sonido agudo, dulce. Harry abrió los ojos, sorprendido, y vio que Ron se agachaba para coger algo del suelo. Al enderezarse de nuevo, levantaba en la palma de la mano con suavidad, casi con reverencia, un pequeño muñequito de goma con forma de snitch alada.
Ron miró la snitch de goma un momento, y después levantó la mirada hacia Harry. Éste dio un paso vacilante hacia él.
— No — dijo Ron, negando con la cabeza, con expresión sombría —. No, Harry, no te acerques.
Ignorando su tono ansioso, casi histérico, Harry se apresuró a ir a su lado. Ron lo miró, impotente, con la pequeña snitch todavía en la palma de la mano, y después se apartó levemente a un lado.
Justo detrás de Ron, sobre la destrozada escalera, medio cubierta por una viga desplomada, había una cuna de madera.
Harry se quedó petrificado, mirando la cuna hecha astillas. Los barrotes de madera, redondeados, pulidos, todavía conservaban la pintura de color amarillo, descascarillada en algunos lugares. De un agujero del pequeño colchón, cubierto aún por una sábana arrugada y manchada por la edad, se derramaban algunas plumas blancas y suaves.
— Harry — susurró Hermione —. Harry, no...
Entonces, con una fuerza desmesurada, todo el dolor que había estado reprimiendo desde que llegó al Valle de Godric, o quizás desde que Hagrid le había contado lo sucedido la noche que sus padres murieron, le golpeó repentinamente. Sintió una aguda punzada detrás de los ojos. Se tambaleó y cayó de rodillas junto a la cuna semienterrada.
A un lado, hazte a un lado, muchacha...
— A Harry no. A Harry no — sollozó Harry.
Unos brazos le rodearon. Tembló.
— Por favor... haré cualquier cosa... A Harry no... — tartamudeó Harry, mientras las lágrimas ardientes le corrían por el rostro.
Y, sin poder controlarse, soltó un grito de angustia, mientras la casa, el pueblo, el valle, el mundo entero daban vueltas a su alrededor. Los brazos que lo abrazaban lo apretaron con más fuerza, y ciertamente tuvo la sensación de que, si no fuese por esos brazos, no habría tenido fuerzas para sostenerse, aún estando de rodillas. La voz se le quebró. Temblando violentamente, intentó tomar aire, y estuvo a punto de ahogarse. Tardó un buen rato en conseguir, con enorme esfuerzo, que su respiración se hiciese regular.
Abrió los ojos. La habitación, la cuna medio rota, seguían exactamente igual. Hermione estaba sentada a su lado, y de sus ojos castaños resbalaban lágrimas silenciosas. Ron, arrodillado frente a él, lo abrazaba con fuerza, con los ojos cerrados.
Sin decir una palabra, se apartó suavemente de Ron. No se molestó en enjugarse las lágrimas que le empapaban el rostro y el cuello: miró hacia lo que quedaba del techo, parpadeando, y respiró profundamente.
— Voy a matarlo — susurró, con la vista fija en las tejas caídas sobre una enorme viga de madera, podrida y rota por la mitad, que se sostenía precariamente por una delgada astilla y parecía ir a desplomarse en cualquier momento —. Me cueste lo que me cueste, y aunque tarde el resto de mi vida en conseguirlo, os juro que voy a matarlo.
Ron no emitió ningún sonido; Hermione posó una mano sobre la de Harry, que descansaba junto a uno de los barrotes de la cuna.
— Aunque te cueste también nuestras vidas — dijo en voz baja, y sonó como la promesa más solemne —, al final, acabarás con él.
Harry se limpió las lágrimas y el polvo del rostro con el dorso de la mano.
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Re: Harry Poter y la Sombra de la Serpiente
- Spoiler:
Pese a su intención de aprovechar cada minuto que le restaba antes de regresar a Hogwarts para intentar encontrar los Horcruxes, Harry no fue capaz de marcharse del Valle de Godric hasta tres días después. Durante las primeras horas intentó absurdamente ordenar la casa de sus padres, apartar los escombros, incluso arreglar de alguna manera los muebles. Sin embargo, después del segundo hechizo reparador desistió, y anuló los encantamientos con un impaciente giro de muñeca. Por mucho que le doliese verla así, la sensación de vacío que sintió al ver un aparador completamente arreglado, como nuevo, fue abrumadora: por un instante, creyó que, si giraba la cabeza sólo un milímetro, vería salir a Lily Potter por la puerta destrozada de la cocina.
Al día siguiente Ron y Hermione le acompañaron a visitar el cementerio del pueblo. Harry quería ver las tumbas de sus padres antes de marcharse: era otro de los fantasmas de su pasado que quería conjurar, algo que necesitaba hacer para poder dedicarse en cuerpo y alma a la lucha contra Voldemort. Sin embargo, no encontraron ningún cementerio en los alrededores del Valle de Godric; finalmente, tras un largo paseo que duró horas, tuvieron que admitir que lo más probable era que el Valle de Godric no tuviera cementerio.
El pueblecito parecía haber vuelto a la normalidad, después de permanecer paralizado durante un día entero ante la llegada de Harry. Las calles estaban llenas de gente, y, sin embargo, no parecían abarrotadas, sino todo lo contrario: los habitantes del Valle de Godric transitaban por las callejuelas tranquilamente, sin prisas, con ese aspecto apacible y sonriente de quien está contento con la vida que lleva. Saludaban a Harry como a un antiguo amigo que ha estado mucho tiempo fuera y por fin ha regresado, y dieron la bienvenida a Ron y a Hermione como a unos nuevos vecinos largamente esperados.
— Oh, no — exclamó una mujer de unos treinta años, de corto cabello negro como la pez y ojos brillantes, cuando Harry le preguntó por el cementerio —. No, no, cariño... Aquí no tenemos cementerio.
— Oh — dijo Harry, abatido.
La mujer lo miró atentamente unos segundos, y después esbozó una sonrisa triste y comprensiva.
— Detrás de la casa — dijo simplemente. Harry la miró, sorprendido. La mujer hizo una mueca —. Lo recuerdo. Yo era todavía muy joven, pero recuerdo que decidieron... Detrás de la casa.
Harry la observó unos instantes, parpadeando.
— ¿Por qué?
— Por lo mismo por lo que dejaron la casa tal y como estaba — respondió la mujer —. Para ti.
Y, después de dirigirle una última sonrisa, siguió su camino calle abajo.
A ninguno de los tres se les había ocurrido rodear la casa para visitar el pequeño jardín el día anterior. Y allí estaban: dos pequeñas lápidas, de un reluciente color blanco, deslumbrantes bajo el intenso sol del mediodía, colocadas directamente sobre el suelo. Estaban rodeadas de hierba amarillenta, pero, pese al aspecto reseco de la vegetación, era palpable que alguien se había preocupado de cuidar aquel trozo de jardín: no había ninguna mala hierba, ningún cardo, ninguna piedra. Sólo hierba, aunque seca y marchita por el calor del verano.
En las dos lápidas de piedra sólo se veían dos palabras grabadas: "James" y "Lily". Ni el apellido, ni la fecha, ni el motivo de su muerte. Ninguna mención al asesino que los mató. Ni una palabra sobre el hijo que sobrevivió aquella noche. Harry se sentó sobre la hierba, con las piernas cruzadas, y permaneció muy quieto, mirándolas, durante horas. Cuando Hermione fue a buscarlo, llevándole un sandwich para que comiese algo, el sol hacía equilibrios sobre una de las colinas, a punto de zambullirse en el horizonte. Se sentó a su lado mientras él engullía el bocadillo.
— Son bonitas — dijo simplemente, mirando las lápidas —. Sencillas.
Harry no contestó, y se concentró en el sandwich. Había pasado tanto tiempo mirando las tumbas de sus padres que podía verlas sin necesidad de mirarlas de nuevo. Pero estaba de acuerdo con Hermione: de alguna manera, aquellas dos piedras lisas eran lo adecuado, lo más apropiado para servir de tumba a James y Lily Potter.
— Harry — dijo Hermione —, ¿estás...? ¿Qué tal estás?
Harry se encogió de hombros, y se metió en la boca el último trozo de sandwich. Masticó lentamente y tragó, y permaneció en silencio unos minutos.
— Vámonos — dijo de pronto. Hermione lo miró fijamente.
— ¿Es eso lo que quieres? — preguntó.
— Sí — asintió Harry —. Sí. Ya no tengo... no hay nada más que hacer aquí.
— De acuerdo — dijo Hermione —. De acuerdo, Harry...
— Quiero acabar con esto — dijo Harry, levantándose del suelo y sacudiéndose las briznas de hierba que se le habían adherido a los pantalones —. Quiero acabar con esto.
Hermione se levantó a su vez del suelo, con los ojos fijos en las lápidas de James y Lily.
— Muy bien — dijo al fin, y clavó los ojos en los de Harry —. Cuanto antes encontremos los Horcruxes, antes podrás enfrentarte con Voldemort. Y... y acabaremos con esto de una vez.
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