Se trata de una película extraña y difícil de clasificar.

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</A>Basada en el libro de John Ajvide Lindqvist, cuenta la historia de Oskar, un solitario niño de doce años que sufre el acoso de unos compañeros de clase y no tiene amigos hasta que conoce a Eli, una niña que se muda a su vecindario. No tarda en darse cuenta de que Eli no es una niña normal, pero aun así traba una fuerte amistad con ella. Al mismo tiempo, se comienzan a producir una serie de crímenes en el vecindario...

Ya digo que es una película difícil de clasificar. No es la típica historia de vampiros; el tratamiento que se hace del tema se encuentra tan lejano del clasicismo de Drácula o del glamour de la saga de Anne Rice, como del enfoque para un público más joven que hace Stephenie Meyer en su saga de Crepúsculo. En verdad, es el enfoque más crudo y realista que he visto sobre el mito de los vampiros. Lo que no impide que al mismo tiempo tenga un tono de cuento de hadas de terror, no tanto por el componente fantástico o gore que pueda tener, que es muy escaso, sino por la atmósfera de desolación que consigue transmitir la película. Paisajes helados, imágenes estáticas, un ritmo lento (que no aburrido) y largos silencios que reflejan la soledad interior de los personajes. Porque la soledad de Oskar no es menor que la de Eli.

Así pues, se trata de una película fascinante, más de cine de autor que de género, y que se digiere poco a poco, ya que sigues pensando en ella y dándole vueltas después de haber salido del cine. Una experiencia diferente a lo que estamos acostumbrados en estos últimos años, y que se agradece.